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SÉneca al Senado: El Hambre No Detiene Las Aguas

Pues somos responsables de la ferocidad con la que la desidia ha permitido que el poder carcoma los cimientos de las libertades. La dicha del discurso no aplaca el hambre; que es mucha. Señalan los dedos hacia las blancas túnicas, no porque poseemos la verdad, sino porque poseemos la libertad y la vendemos a cambio de ser gobernados.

Senadores, nada sucede sin que la razón no sirva sino para aprender a renunciar a lo inmerecido. El descrédito ya es patente. Ingobernable un imperio, falso y tullido. Condenado a vivir entre guerra y guerra. Os pido silencio, incluso hasta ese momento en el que se siga mintiendo.

Nunca pudimos ser libres, Senadores. Vendimos hasta las cañas de pescar, en favor de quienes dominan las monedas o acuñan oro con los dientes de nuestros soldados muertos. Decídle a él, a quien miente, a quien oculta, a quien esconde tras la cortina del Circo, que diga una sola verdad.

Entonces, Senadores, se habrán abierto la venas quienes fueron usurpadores de tronos y reyezuelos de plaza. Se muere con la razón de una única verdad, pero se vive señalando con el dedo al Impostor que engañoso, que prometió vida y ha segado de desesperanza hasta el último corazón de quienes fueron libres.
Sonoridario25 de febrero de 2015

1 Recomendaciones

1 Comentarios

  • Polaris

    Increíble reflexión, profunda de una calidad inconmensurable.

    Eres grande, textos así, hacen de ti un referente.

    Pol.

    02/03/15 11:03

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