TusTextos

Próxima Parada: El Infierno

El Valle de San Fernando (California)

- ¿De verdad no quieres seguir surfeando, Pete? – preguntaba Noodle, mientras las fuertes olas golpeaban su cuerpo.
- No, iré por una cerveza – respondió éste desde la orilla.
Tras comprar una Miller en una pequeña botella de 3/4, el hombre se sienta en la arena, sacando de su mochila un libro muy viejo y arrugado, que llevaba como título “La Condesa Marceau”. Esta era una lectura obligada para Pete luego de surfear.
“La Condesa Marceau” fue una mujer muy importante en Francia en el siglo XVII, dueña de una presencia incomparable, siendo la envidia de las demás damiselas de la comarca. Vivía en un enorme palacio, el cual ella mismo lo apodó “Le Obeissant” (El obediente), del cual muy pocas veces salía hacia la sociedad, ya que creía que eso rebajaba su status.
Pero una noche un enorme problema había surgido, durante la cena de acción de gracias, cometió el grave error de invitar a sus dos maridos, Jean y Pierre, quienes no se conocían entre sí, pero ambos andaban con la misma mujer. Todo el mundo sabía que la condesa estaba oficialmente casada con Jean Etienne, un renombrado arquitecto, más precisamente el mismo que construyó semejante palacio donde la mujer vivía. Pero nadie estaba enterado de su romance oculto y más aún, de su matrimonio secreto con Pierre Duboux, un hombre de negocios al cual le encantaban las apuestas, y nunca perdía.
Esa noche de aparente paz y festejos, terminó en una tragedia hasta ahora recordada. Al enterarse de semejante traición, por las mismas bocas de las sirvientas del palacio, Jean tomó un cuchillo de la cocina y fue directamente a apuñalar al corazón a Pierre, pero no contó con que la mujer se colocaría enfrente, siendo ella la víctima de tal violencia.
La Condesa Marceau había muerto esa noche, desplegando un enorme pánico por parte de todos los invitados, que jamás hubiesen imaginado algo semejante. Según la leyenda, el espíritu de la mujer aún permanece en ese palacio, el cual se mantiene cerrado gran parte del año. Según confesiones, hay gente que vio a la mujer recorrer por el enorme balcón del palacio, como buscando algo. Incluso, había escépticos que juraban haber sacado fotos de tal espectro, pero al revelarlas éste desaparecía como por arte de magia.
Peter Benz era un gran fanático de todas las historias fantasmales existentes, por lo tanto era un gran estudioso de éstas. Nunca nadie había apoyado ese ímpetu que él poseía, por tal motivo empezó a comprar una gran cantidad de libros y a informarse vía Internet sobre todo lo que tenga que ver con estos fenómenos paranormales.
Tras salir del agua, bastante empapado y cansado de tanto surfear ese día, Noodle expresa lo siguiente: - ¿Algún fantasma nuevo aparte de La Condesa de Mortimer? O como sea… -
- No, aún no. Sigo con ella – respondió Pete, bebiendo un sorbo de su cerveza.
- Hace como seis meses que estás con el mismo libro. Creo que han de haber otros fantasmas en el mundo ¿verdad? - agregó nuevamente éste.
- De que los hay los hay, solo que hasta ahora éste es el que más fascinante me ha resultado hasta ahora – argumentó Pete, volviendo a guardar el viejo libro en su mochila.
Tras volver a casa, ya con el sol entrando y vislumbrando lo que era un bello atardecer, el hombre toma una ducha, antes de meterse nuevamente en lo que él consideraba como un trabajo habitual.
Luego de servirse un vaso de fino whisky Bourbon, Pete abre su laptop y comienza a buscar información sobre lugares embrujados en Internet. A decir verdad, él ya había estado en varios de estos, pero en realidad nunca llegó a sacar nada productivo de eso, debido a que las supersticiones a la que estaba acostumbrado a oír jamás pudieron ser comprobadas. El lugar más aterrador en el cual había estado era el cementerio de Lakeville en Massachussets, donde sucedían cosas verdaderamente escalofriantes, aunque muy pocas veces podían verse tales fenómenos, pero existía la posibilidad de oírlos con mucho frecuencia; extrañas cosas como llantos, o risas, o bien gritos dispares, sin saber exactamente de dónde provienen.
Este era un gran pasatiempo, ya que podía pasarse horas enteras buscando información sobre tales lugares, aunque de tanto que lo hacía, ya prácticamente conocía todos los sitios del mundo que aparentemente contaban con una historia paranormal.
En particular, había encontrado un lugar del cual jamás había oído, conocido como “La casa de las hermanas Dumont”, en las afueras de New Jersey. La misma contaba con una historia verdaderamente escalofriante; según lo que se daba a entender, aparentemente en ese lugar vivían cuatro hermanas de mucho dinero: Clarice, Vivianne, Samantha y Stephanie Dumont, quienes quedaron huérfanas desde muy pequeñas, pero contando con una gran suma de dinero perteneciente a sus padres, los cuales eran grandes empresarios metalúrgicos en el siglo XIX.
Según cuenta la historia, estas hermanas eran bastante inadaptadas, y les gustaba emborracharse y llevar hombres a la casa para que tuvieran sexo con ellas. Además, estaban bastante interesadas con todo el tema del ocultismo y las ciencias oscuras, que por aquella época era un tema bastante repudiado por el general de la gente.
Una fría noche de diciembre de 1.845, éstas realizaron su primer ritual espiritual, con el cual pretendían comunicarse con espíritus cercanos, que aún no habían logrado traspasar la barrera del más allá. Lo hacían por medio de una tabla de cartón, que tenía varias cruces invertidas y velas por los alrededores.
Esto no es exacto, ya que a ciencia cierta nadie puede saber lo que pasó, pero lo que se calcula es que una especie de ser maligno tomó posesión de sus cuerpos, haciendo que se mutilaran entre las cuatro, matándose unas a otras como débiles animales y bañando el lugar en sangre.
Desde aquel trágico episodio, la casa se mantuvo cerrada por más de cuarenta años, hasta que volvió a abrirse en 1.888, a una pareja de doctores, que pretendían estudiar el fenómeno del virus Quadrophenya, que azotaba por ese entonces las cercanías.
Thomas y Mabel Hartigan estuvieron bien allí por las primeras dos semanas, pero se dice que el espíritu de las hermanas Dumont había quedado en ese lugar, sin permitir que alguien pudiese interrumpir su descanso eterno, el cual para siempre se mantendría allí.
Lo cierto es que la pareja Hartigan jamás pudo ser encontrada, sus restos no se hallaron por ningún lado, y no quedaron evidencias para poder saber qué era lo que verdaderamente había sucedido.
Hasta el día de hoy, los pobladores de la zona dicen que esa casa está embrujada, por tal motivo nadie se atreve a cruzar por allí. Algunos testimonios dieron a entender que todas las noches allí se escuchan voces femeninas, y a veces hasta algo de música, como si hubiese una fiesta allí dentro. Era muy extraño decirlo, pero lugares así eran muy difíciles de encontrar, y la verdad, representaba un gran misterio y a su vez, una gran oportunidad.
Pete imprimió todas las fotos que encontró de la enorme casa, con la idea de investigar un poco más a fondo aquel misterio que envolvía tal lugar. Quizás era el momento de despegar de una vez por todas.

Al día siguiente…

Tras ir a desayunar al habitual bar “The Green Hornet” (sí, igual que la serie), el hombre se pone a leer el periódico, notando que todo formaba parte de la misma prensa amarillista de siempre. Tomando un trago de su delicioso capuchino, toma su teléfono celular Nokia y llama a su amigo Noodle.
- Hey, ¿ya estás despierto?... – preguntaba Pete, siendo exactamente las ocho de la mañana.
- Me acabas de despertar con tu inoportuna llamada! ¿qué tan importante puede pasar a las 8 de la mañana? ¿qué acaso se desató la Tercera Guerra Mundial o algo así? – decía el otro a través de su ruidoso teléfono a disco, el cual lo molestaba constantemente, pero nunca se decidía a cambiarlo.
- Encontré un lugar sumamente interesante, en las afueras de New Jersey. Es la historia más escalofriante que he leído hasta el momento… - agregó Pete, encendiendo un cigarrillo.
- ¿Más escalofriante que “La Condesa de no se qué”? – preguntó nuevamente éste.
- Mucho más… en una hora estoy por allí, espero que hayas comprado cerveza esta semana – decía Pete, despidiéndose de su amigo y colgando el teléfono.
Cuando este sujeto se metía en algo, no paraba hasta conseguirlo; fue así como logró introducirse en lugares sumamente tétricos y salir ileso de allí, ya que creía que todo formaba parte de un círculo de fantasía y superstición.
Pete se dirigió en su camioneta Gran Cherokee hacia la casa de su amigo, escuchando un CD de The Pretenders, su banda favorita de todos los tiempos, desde que estaba en la primaria. Las calles mostraban bastante tránsito, por lo cual retrasaba un poco las cosas; los semáforos parecían querer estallar cambiando y cambiando de luces todo el tiempo.
Tras golpear varias veces la puerta, ya que Noodle odiaba el timbre por lo molesto que resultaba, éste sale a recibirlo, vestido con unos horribles jeans gastados y una remera de “El monstruo de la laguna negra” muy, pero muy vieja.
- Te demoraste al menos 20 minutos – decía el sujeto, mientras tomaba algo de café, despejándose de la habitual resaca con la que terminaba todas las noches. Su casa estaba ubicada frente a la playa, por tal motivo era realmente un vicio el ir allí todo el día y surfear un poco.
- El tráfico es fatal a esta hora, pero claro… tú no lo sabes porque no tienes auto y a esta hora siempre estás durmiendo – expresó Pete, pasando por la ruidosa puerta.
El mismo fue hasta el refrigerador, tomando una pequeña botella de cerveza Miller, lo cual le ayudaba bastante para comenzar el día. Un hábito poco común, pero bueno… así era.
Sentados en el sucio sofá, Pete le comenta a su amigo lo que había descubierto, lo cual parecía bastante tétrico de solo oírlo, aunque ciertamente no todos creían mucho, ni siquiera apoyaban lo que éste hacía. Bueno, eso es porque nunca tuvo la certeza de toparse con ningún fantasma, pero de seguro que si la cosa era al revés, todos estarían besándole el trasero.
- ¿Piensas ir hasta New Jersey? – preguntaba Noodle, aún con una tremenda cara de dormido.
- Por supuesto, esta es la oportunidad de mi vida para descubrir algo verdaderamente escalofriante. Es decir, allí no murió una sola persona, fueron exactamente cuatro… así que imagino que algo debe haber en ese lugar – explicaba Pete, mientras bebía su cerveza.
- ¿Y qué harás al respecto? – preguntó nuevamente el otro.
- Escribiré un artículo, o tal vez haga un libro. La verdad no lo sé, todo depende de lo que encuentre allí – argumentó Pete, encendiendo un cigarrillo.
A Noodle no le parecía para nada inteligente la idea, ya que constantemente hacía lo mismo y siempre volvía con las manos vacías. Pero el entusiasmo cada vez crecía más en su amigo, por eso no pensaba bajar los brazos en ningún momento.
Esa misma tarde, Pete tomó rumbo a New Jersey en su Gran Cherokee, comprando provisiones para el camino de una pequeña tienda de la ciudad llamada “Wall Max”, además de sus habituales cigarrillos “Texas Flavor”, cajetilla blanda.
La idea era instalarse allí y al día siguiente empezar con la investigación que lo conducía hacia ese lugar, era como un hábito que el hombre nunca podía sacarse.
Alojándose en un pequeño motel en las afueras de la ciudad por esa noche, Pete acomoda todas sus cosas y toma el artículo que había impreso en la computadora, el tan grande misterio que rodeaba la muerte de las hermanas Dumont.
Era de suponer que estas mujeres estaban de más desquiciadas, que cuando murieron sus padres, pensaron que era la oportunidad de hacer lo que ellas quisiesen, ya que dinero no les faltaba. Pero no fue así; en el momento de aquel terrible homicidio múltiple, Clarice Dumont, la mayor de todas ellas, tenía tan solo 18 años. Esto demuestra que lo que pasaba por sus cabezas era algo un poco difícil de imaginar, pero era lo que más atraía del lugar. Algunos quizás llamarían esto como una “emoción barata”; ni más, ni menos… quizá no resulte tan importante el ir a una casa donde hace muchos años vivieron personas tan fuera de sí, pero… sí lo es, o así debería serlo.
Muy temprano por la mañana, Pete se levantó y se sirvió en un vaso algo de café, extraída de la máquina “Expresso” que tenía ese simple motel, lo cual resultaba de gran utilidad. Arrojándole un poco de whisky encima, como era su costumbre, el hombre se dirige hacia el mostrador, donde se encontraba la recepción del motel.
Quitándose los lentes, coloca las llaves y el periódico sobre el mostrador, devolviéndole las llaves al gentil sujeto con aspecto latino, el cual decía que solo lo llamaran Charly, Pete dice: - Muchas gracias amigo, ya debo marcharme. En este caso, si todo sale bien no volveré –
- ¿Es muy excitante el lugar adonde va, me imagino? – preguntaba el sujeto, acostumbrado a dialogar bastante con la gente que se hospedaba allí.
- Ni te lo imaginas… oye, tal vez tú puedas ayudarme a llegar hasta allá. ¿Sabes como hago para llegar hasta la casa perteneciente a las hermanas Dumont? – decía Pete, tomando un poco de su café.
Charly se puso serio de repente, resultándole para nada excitante el hecho de que aún sigan llegando turistas que quieran entrar a ese lugar, del cual los pueblerinos sabían que no era para nada recomendable.
- Señor, hay otras atracciones mucho más interesantes en todo New Jersey, se lo puedo asegurar. Allí no encontrará nada interesante, se lo digo por experiencia – expresó éste, intentando persuadir al hombre.
- No vengo a sacar fotos para ir a mostrárselas a mis amigos, vine a quedarme en esa casa para escribir un libro. Así que solo quiero que me indiques como llegar, yo me las arreglaré – explicó Pete, tratando de no perder la postura.
- Señor, francamente le digo que no vaya a ese lugar. Más con lo que me está contando que va a hacer… las personas que van allí jamás salen, una terrible maldición habita allí, ya ni siquiera la gente quiere vivir por las cercanías!! – argumentó Charly, un tanto más agitado.
- Agradezco tu preocupación, pero vine a hacer un trabajo y no me iré de aquí hasta haberlo terminado – agregó el otro, tomando las llaves de su camioneta, dejando el café sobe el mostrador.
El hombre se dio cuenta que no cedería así nada más, por eso decidió hacerle un pequeño mapa de cómo llegar hasta la enorme casa, que a decir verdad no era muy difícil de encontrar, ya que era la única casa que había, en medio de un gran campo abierto. Además, le dio la dirección de la señora Archer, la cual estaba encargada de ese lugar hacía ya casi unos 25 años.
Pete se dirigió hasta allá, escuchando un CD de “New York Dolls”, otra de sus bandas favoritas desde que era pequeño. Es más, cuando tenía 12 años quiso audicionar como guitarrista para entrar a la banda, con tal de estar al lado de sus ídolos habría hecho cualquier cosa.
Llegando a la bella casa, con un verde y hermoso pasillo de piedras, el hombre apaga su cigarrillo, bajándose de la camioneta y caminando por el bello jardín que ésta tenía en su patio, toca el timbre…aguardando unos instantes.
Una mujer un tanto mayor, con los cabellos blancos sueltos por un viejo y arrugado camisón sale a atender, encontrándose con aquel hombre cara a cara por primera vez.
- Disculpe, ¿es usted la señora Archer? – preguntó éste.
- Sí, soy yo… ¿quién es usted? –
- Hola! Mi nombre es Peter Benz, soy un escritor y estudioso de los fenómenos paranormales. Vengo desde San Fernando, y me gustaría quedarme por unos días en la casa de las hermanas Dumont, así puedo terminar mi libro; ya sabe… como una fuente de inspiración – decía el hombre, quitándose los lentes de sol.
- Lo siento… pero yo ya no alquilo esa casa a nadie hace años. Además solo un estúpido querría quedarse allí de todas formas – argumentó la señora Archer, con su taza de té en las manos.
- ¿A qué se refiere? – preguntó éste.
- Tan solo desde que soy propietaria de ese lugar, en 25 años murieron 19 personas, la última fue la familia Stanton en 1.995. Cuando se encontraron sus restos, estos estaban totalmente consumidos, siendo algo inexplicable para la razón humana – explicaba la mujer.
- ¿Me está diciendo que el espíritu de las hermanas Dumont cobró venganza de todas esas personas y por eso los asesinaron; además… ¿por qué no la sacan de esa responsabilidad? Si es que usted ya no tiene nada que ver, al menos – decía Pete, sin irse tan fácilmente.
- Así es señor Benz, y no se burle de mí, porque sé perfectamente lo que sucedió allí. ¿Qué no se da cuenta que si va allí morirá sin siquiera dudarlo? No quiero transformarme en un verdugo señor Benz, de verdad ya estoy un tanto cansada de ver morir gente allí –
- Mire señora Archer… he estado en lugares así y mucho peores cientos de veces y no me ha pasado absolutamente nada. Como le dije antes, soy un estudioso de estos llamados “fenómenos” que son tan solo la psiquis humana que nos obliga a transmitir ondas nerviosas mucho mayores y por eso es que se genera el miedo. Pero no se preocupe, yo tengo controlado ese aspecto –
- De acuerdo, si no quiere escuchar mis palabras haga lo que usted quiera. Pero le advierto que después no tendrá tiempo de arrepentirse – agregó la señora Archer, yendo a buscar las llaves de la enorme casa.
Las llaves eran enormes, conservando la cerradura original de aquella época; era una hermosa pieza dorada, bastante pesada y tallada exquisitamente con unos dibujos de caballos.
- Aquí tiene señor Benz… y que Dios se apiade de su alma – decía la mujer, sin dejar de dar advertencias a cada momento.
- Gracias señora Archer, de verdad no la molestaré de nuevo; bueno, solo el día que venga a devolverle las llaves – expresó éste, retirándose de allí y subiendo a la camioneta, habiendo conseguido lo que estaba buscando.
Dirigiéndose al lugar, que se encontraba bien en las afueras de New Jersey, Pete se puso a pensar lo que le dijo la señora Archer… La última familia en morir allí fueron los Stanton en 1.995, según lo publicado que se podía encontrar en Internet, estos fueron consumidos por una terrible ira, arrancándose los ojos entre todos ellos. Cuando sus cuerpos fueron encontrados, sus huesos estaban totalmente secos y a punto de ser devorados por una especie de arena movedisa.
Esto significaba bastante; la familia Giulianno, compuesta por Enzo Giulianno, su esposa Nina y sus dos pequeñas hijas fueron los más crueles de todos en lo que a asesinarse respectaba: una noche fría de 1932, Enzo se levantó de la cama totalmente poseído por fuerzas sobrenaturales que no lo dejaban respirar, fue hasta el depósito y tomó una enorme pala, la cual utilizó para matar a su esposa Nina, cortándole finalmente la cabeza. Luego de esto, subió las escaleras y fue hasta la habitación sus dos hijas de 12 y 9 años respectivamente, alzando a ambas entre sus brazos y arrojándolas por la ventana; Sofía fue la que más tiempo tardó en morir tendida en el piso, sumamente golpeada; hasta que su padre no conforme, tomo un martillo y empezó a hacer pedazos al cuerpo de la inocente niña.
Enzo vivió dos días más, hasta que “según lo que se cuenta” la misma Samantha Dumont fue quién lo asesinó finalmente, arrancándole el rostro y dejándolo sin sangre en el cuerpo.
El día estaba bastante nublado, parecía que esa noche se vendría una intensa lluvia. Pete llegó hasta la enorme mansión, viendo que no había absolutamente nada a su alrededor, tan solo un par de plantas totalmente disecadas y muertas, pero sin ningún rastro de vida por las cercanías.
Tiempo tenía de sobra: no estaba casado, no tenía hijos, ni alguna otra responsabilidad con la cual cumplir. Solo se mantenía a base de su laptop y las vivencias que adquiría en cada visita a un lugar misterioso.
Bajándose de la camioneta, Pete se acerca a la puerta, sacando la enorme llave y girándola dos largas veces, notando que ésta hacía un enorme ruido al momento de abrirla.
Era sumamente increíble, pero la casa se encontraba completamente ordenada y limpia, siendo que allí se suponía que no entraba nadie en mucho tiempo. Esta fue una primera impresión positiva para el hombre, ya que de allí podía obtener el inicio de su libro, el cual aún no poseía título, pero podía llegar a realmente bueno.
Tras acomodar todas las cosas, el hombre empieza a recorrer por todos los rincones, notando que la construcción era muy antigua y sólida; había muchas habitaciones, lo cual llamaba la atención por el hecho de que casi todas tenían las mismas dimensiones.
Las paredes eran de color blanco original, pero con el corre de los años no se había pintado, ni siquiera se le dio un pequeño retoque, pro aún así no se encontraba tan gastada, ni venida a menos. Era increíble, pero parecía que de verdad alguien se encargaba de limpiar esa casa.
Pete se acomodó en la habitación que más adecuada le pareció, la cual era la de Clarice Dumont, la mayor de las hermanas. Ella tenía una historia particular, ya que a los 15 años había quedado embarazada del jardinero de la casa, teniendo una hermosa niña de nombre Raven… aunque no lo crean, la misma murió a los 3 años solamente, tras haber sido asfixiada por su padre John.
Ya casi al anochecer, el hombre aún se encontraba revisando cada recoveco del lugar; tras buscar y buscar, se dirigió a la cocina y se preparó un sándwich de verduras y algo de mantequilla de maní.
La noche se avisolaba un tanto tensa, ya que los truenos comenzaban a escucharse, pronunciando una tormenta, ya anunciada días anteriores. El primer día al parecer ya sería bastante tenebroso.
Pete se dirigió con su sándwich a su habitación, encendiendo su laptop y empezando a buscar información sobre lo que había sucedido en esa habitación años anteriores. En realidad no decían muchas cosas, tan solo que en el año 1.844, la misma Clarice Dumont envenenó a su novio Jeffrey Campbell en la cama, haciéndole tragar una gran dosis de veneno para ratas.
Esa casa de verdad tenía una historia bastante turbia, como una especie de atracción malévola que la rodeaba. Es cierto, había una enorme tranquilidad allí, ya que no había nada a los alrededores, pero sucedieron cosas sumamente trágicas en ese lugar.
Pete comenzó a escribir su libro, el cual había decidido titular “Próxima parada: El Infierno”, presto a descubrir cosas insólitas, ya que no pensaba irse de allí hasta poder darle el verdadero toque terrorífico que deseaba plasmar en su obra, para que los lectores pudiesen darse cuenta la experiencia que éste había vivido, tan cerca del más allá.
El hombre además, había encendido su pequeña cámara de video Panasonic, con la cual pensaba documentar toda su estadía dentro de la casa. Estaba completamente preparado como un verdadero profesional, eso no cabía dudas.
- Hola a todos, mi nombre es Peter Benz, soy escritor e investigador de fenómenos paranormales… hoy es mi primer día de estadía en “La casa de las hermanas Dumont”, un lugar con una historia terrorífica y de pura maldad. Quiero saltearme las partes aburridas, pero se dice que aquí habitan los fantasmas de las cuatro hermanas fallecidas hace más de 150 años; por lo tanto he decidido venir a este lugar tan inspirador para escribir mi libro “Próxima parada: El Infierno”. Ahora si me disculpan, debo comenzar a escribir –
El hombre había dejado encendida la cámara, dispuesto a escribir su novela, la cual tenía un cierto grado de fantasía desde un comienzo, aunque lo que él pretendía era llegar al núcleo absoluto del asunto.
Sacando una botella de fino whisky “Remy Martin” de su bolso marrón, Pete se prepara para escribir sus primeras líneas, las cuales decían: “Jamás pensé que el primer día fuese tan tranquilo. Es decir, esto es realmente fantástico e inspirador… creo que me quedaré aquí por un buen tiempo”.
Tras varias horas de estar escribiendo, el alcohol fue subiéndole bastante, habiendo casi acabado la botella de whisky (y eso que había llevado 5 botellas de reserva), lo cual lo dejó bastante dormido.
La fuerte lluvia aún no había cesado, se pronosticaba bastante mal tiempo para toda esa semana, lo cual no era una señal muy alentadora para ninguna persona en el mundo. De repente, un vierto viento abrió las ventanas de la habitación con violencia, en el momento que empezaron a escucharse gritos aterradores desde afuera, como una especia de paranoia total.
Pete reaccionó en ese momento, dirigiéndose a cerrar la ventana, pero… también había escuchado los gritos, lo curioso era que provenían del exterior, aunque… también cabía la posibilidad que sea un rebote que produce la construcción de la misma casa.
Tras este extraño episodio, el hombre se dirige nuevamente a su laptop y escribe: “Tuve mi primer acercamiento a algo fuera de lo normal; acabo de ser testigo de cómo se abrió la ventana violentamente, pudiéndose escuchar gritos intensos provenientes de afuera. Lo cierto es que cuando la cerré, estos habían cesado. He bebido un poco, creo que estoy borracho… pero increíble y fortuitamente el estar borracho jamás obnubiló mi visión de la realidad -
En un momento dado, unas gotas muy gruesas y penetrantes comenzaron a caer por el techo de la habitación, lo cual era de esperarse, ya que nadie se hacía cargo de esa casa en un buen tiempo, al parecer. Pero, lo raro era que estas gotas eran negras, y dejaban una mancha en el piso que se expandía con mucha facilidad, hasta llegar a cubrir todo el alfombrado en cuestión de pocos minutos.
- Mierda, ¿qué clase de broma es esta? – decía Pete, haciendo un nudo con un pañuelo y subiéndose a la silla, colocándolo en la gotera, lo cual solucionaba por un buen rato el problema. Esas gotas eran más que de lluvia, parecían una especie de plaga asesina, era horrible.
“Me acaba de pasar algo muy extraño… el techo de la habitación tiene goteras, bueno… igual creo que con esta intensa lluvia pocos techos resistirían no tenerlas, pero ese no es el punto, lo cierto es que las gotas que cayeron son de color negro. Suena loco no? Es la verdad, que podrán comprobarla con el video documental que viene incluido en este libro.”
Pete se sentía muy afortunado de haber dejado encendida la video cámara, ya que allí podía archivar todo lo que sucedía en su estadía en esa enorme casa, que empezaba a develar ciertas curiosidades.
El libro recién empezaba a escribirse, pero ya denotaba un cierto grado de complejidad, respecto a los fenómenos que las personas pueden llegar a experimentar en cierto punto. Algunos lo llamarían demencia, paranoia, alucinaciones simples? Tal vez… el problema es que no hay una explicación cercanamente racional para describir estos fenómenos, que ocurren quizás involuntariamente y que no logramos explicarnos nunca.
El hombre se sirvió otro vaso de whisky, sabiendo que no era precisamente ese el factor que le hacía ver ciertas cosas que parecían en cierto punto reales. Colocando un trípode a la cámara, Pete se ubica frente a ella, diciendo: - Si estuvieran aquí una sola noche estoy seguro que enloquecerían, veo que hay misterios que no se revelan solos de una vez. Hay que estar atento a las señales, las señales venden la historia; es como un maldito laberinto sin salida si uno se pone a pensar –
En eso, uno de los faroles de bronce que decoraba la habitación explota en pedazos, asustando de gran manera al hombre, el cual saltó de su silla, casi cayendo al piso del tremendo susto vivido. Tras esta explosión, las demás luces comenzaron a titilar, como anunciando una especie de cortocircuito.
La tormenta pudo haber provocado tal fenómeno, es cierto… pero había algo más. Ya era el tercer hecho extraño que ocurría esa noche, sin nada que aparentemente pudiese explicarlo.
“Hace un par de segundos me pegué el susto de mi vida! Un farol acaba de explotar en pedazos sin ninguna razón, seguro habrán podido verlo a través de la filmación, o por lo menos habrán escuchado el tremendo ruido que provocó. Extrañamente las cosas suceden, es cierto… los escépticos dirán “eso tan solo es un juego de marketing”, pero créanme que no tiene absolutamente nada que ver con eso. Esto ya se está poniendo muy raro, es como si mi presencia estuviese molestando a los espíritus que habitan en esta casa” –
Pete se terminó la botella de Remy Martin, quedándose completamente dormido, sin el más mínimo poder de reacción. La tormenta terminó tras cuatro largas horas. Cabía perfectamente el dicho “la calma después de la tormenta”.

Día 2

El hombre había pasado por varias cosas la noche anterior, lo cual quedó documentado en el video que estaba filmando. Ciertamente, había algo que le decía que debía quedarse allí, pase lo que pase.
Había logrado pasar un día completo, claro… con varias peripecias, pero al fin y al cabo era lo que necesitaba para escribir su libro, el que tanto necesitaba mostrar a la gente.
Tras levantarse con una enorme resaca, producto de todo el alcohol que había ingerido la noche anterior, Pete toma una ducha caliente, pensando en todo lo que había ocurrido la noche anterior. Aquí sucedían dos cosas un poco superpuestas, ya que él bien sabía que nada fue producto de su imaginación. Todo lo que pasó cabía dentro de una extraña realidad.
Luego de salir de la ducha, el muchacho toma su cámara filmadora, conectándola a su laptop, dispuesto a ver todo lo que había sido registrado la noche anterior. Era sumamente raro, pero en la filmación no había nada que denotase algo extraño.
Las cosas cada vez más se ponían más misteriosas, sin entender el por qué de la situación. Algo estaba claro, que no iba a ser nada fácil realizar todo el trabajo pretendido.
Tomando su celular, el hombre llama a su amigo Noodle, para contarle lo que había experimentado, aunque en parte sabía que éste no iba a creerle del todo, como la mayoría de las veces.
- Espero que estés bien despierto para escuchar lo que tengo para contarte – decía Pete, mientras tomaba una taza de café.
- A no ser que hayas visto un fantasma dudo mucho que tu llamado sea oportuno, porque si fuese tú me arrepentiría toda la vida por haber cortado mi sueño – respondió el otro, a través del teléfono.
- Bueno, no he visto ningún fantasma… por lo menos hasta ahora; pero anoche pasaron cosas muy extrañas. Primero se abrió violentamente la ventana de la habitación y pude escuchar gritos desde afuera, siendo que por las cercanías no habita absolutamente nadie; pero eso no es todo, cuando la cerré, estos cesaron inmediatamente. Un poco después, empezaron a caer gotas del techo, pero eran gotas de color negro, ¿no te parece sumamente extraño? Y como si esto fuera poco, luego explotó en pedazos uno de los faroles de la habitación. Esta mañana me levanto a revisar todo lo que filmé anoche, y como por arte de magia no había sucedido absolutamente nada… - explicó éste.
- Conclusión de la historia, estabas absolutamente borracho y alucinando. Pete, siempre te ocurre lo mismo – expresó Noodle, recostado en su sofá, revisando si alguna de las botellas de cerveza que había tomado la noche anterior aún tenía algo en su interior.
- No seas estúpido, no es eso. Lo que pasó fue real, estoy 100% seguro, además aún está el farol hecho pedazos y las marcas de las gotas que cayeron. Esto no es lo que me pasa habitualmente… sé que no me crees una sola palabra, pero nada puede ser más real que esto, de verdad – decía Pete, colgando el teléfono.
Igualmente, el hombre registró todo lo que había vivido en su escrito, incluido lo que se había borrado en el video, escribiendo lo siguiente:
“Este es mi segundo día de estadía… casualmente, me desperté y lo primero que hice fue revisar lo que había documentado la noche anterior, pero ¿saben qué? Es como si alguien hubiese borrado todo lo que filmé. Sé que al leer esto creerán que soy un farsante, pero no es así. Estoy seguro de lo que vi, y voy a demostrárselos cueste lo que me cueste”.
El hombre colocó unas velas de color rojo por las paredes de la casa, las cuales según los estudiosos atraía a los espectros. Estas largas velas tenían la particularidad que no se consumían, estaban especialmente hechas para lugares sin luz eléctrica.
Iba a esperar hasta que cayera el atardecer para encenderlas, ya que no tendría sentido hacerlo antes. Por la mañana ese lugar se veía completamente diferente, ya que con todas las ventanas abiertas y con el paso de la luz del sol era realmente muy bello. Una casa de estilo antiguo, con gruesas maderas y un techo de forma triangular, tal y como los de aquella gloriosa época.
Pete comenzó a recorrer toda la casa, yendo hasta el ático, lugar donde había visto guardadas un montón de cajas, pero sin haberlas revisado hasta el momento.
Allí arriba era el lugar más sucio y lleno de polvo de toda la casa, como si nadie lo hubiese limpiado en muchos, muchos años. Era como los cuentos de terror que le contaban los padres a sus hijos cuando se portaban mal, realmente bastante tétrico.
Éste se puso a revisar las cajas una por una, notando que en ellas había una gran cantidad de libros sumamente viejos, lo cual le encantó de entrada, ya que eran una increíble reliquia. Títulos como “El mercader de Venecia”, “Rosas negras”, “La mujer que vivió demasiado”, eran alguno de los tantos que había en esa despintada caja.
Pete encendió un habano que llevaba en el bolsillo, disfrutando de una cálida lectura, ya que hacía muchos años que no leía esos libros y de verdad era un momento muy agradable.
Mientras terminaba de leer “Barcos de piedra” de Jules Neil, el hombre notó que en la caja no solo había libros, sino que también había un álbum de fotos, con mucho polvo en la tapa, lo cual lo hacía bastante irreconocible. Este álbum estaba lleno de fotos de la familia Dumont, desde que las hermanas eran bebés, mostrando como fueron creciendo, todas tomadas por su padre Gerald Dumont, un experto en la fotografía, lo cual resultaba un gran hobby para él hasta el día de su muerte.
Esas fotos demostraban algo muy distinto, ya que podía notarse que era una familia muy feliz, las muchachas expresaban un rostro de felicidad en todas las fotos; Martha Ross, la madre de ellas, era una mujer muy hermosa, que fácilmente podía trabajar en los cabarets de esa época, debido a que las mujeres más bellas lo hacían, y de hecho tenían bastante buena paga.
En un momento dado, empiezan a escucharse sonidos como de martillazos provenientes de abajo, lo cual asustó un poco a Pete, por lo tanto decidió a bajar a ver qué era lo que provocaba ese estruendo. Increíblemente al bajar, el ruido cesó… no podía haber sido lo que creía haber escuchado, ya que no había nadie por allí cerca. Tras mirar por la ventana, pudo ver que afuera no había nadie, nada más que una enorme tranquilidad. Obviamente, un dato más que interesante para agregar a su historia.
“Siguen sucediendo cosas de las cuales no encuentro una explicación… si me preguntan qué es lo que me asusta, tal vez no tenga una respuesta. Es extraño como a veces la vida trata de aparentarnos una realidad de la que estamos totalmente alejados y desconocemos su verdadero nexo con lo supuestamente real y posible”.
La mañana de repente se tornó demasiado fresca, bajando considerablemente la temperatura, lo cual estaba anunciado en el pronóstico meteorológico. Pete destapó nuevamente una botella de Remy Martin, bebiendo unos cuantos tragos y volviendo a cerrarla.
El frío cada vez se hacía más intenso, siendo que jamás había experimentado algo similar. No era normal que tan de repente bajara la temperatura de esa manera.
- ¿Qué demonios es esto? No se suponía que haría tanto frío – expresó Pete, yendo a la habitación en búsqueda de un abrigo.
Así había llegado la tarde, con un clima bastante gélido y con un tono un tanto triste, como todo día gris. El olor a humedad se presentaba muy intenso, siendo un tanto insoportable.
Pete se encontraba leyendo “Pasos discretos” de uno de sus escritores favoritos, el inglés Carl Maynard, autor de obras renombradas y premiadas en el siglo XX, siendo uno de los pocos materiales de lectura que él mismo había llevado.
Mientras leía las primeras páginas, unos pasos lentos y muy ruidosos comienzan a escucharse bajando de las escaleras; éstos eran como los de una mujer con tacos altos, con un sonido característico. Obviamente esto hizo que el corazón del hombre empezara a latir el triple de rápido, sabiendo que no podía estar equivocado una vez más.
Era difícil ir a observar qué provocaba tal fenómeno, pero de todas formas había que hacerlo, ya que no había más nadie en la casa, ni siquiera a 800 metros a la redonda.
Pete fue bajó hasta el living, de donde provenía el ruido de los pasos, sin encontrarse con nada en específico. Era raro, pero en vez de enfocarse e intentar buscar una posible solución, éste siempre se volcaba más en la bebida, como si eso fuese a darle una respuesta a lo que tanto estaba buscando. Muchas veces hasta se podía decir que alucinaba, pero bueno… era escritor…
- Esto no es real, estoy imaginándome cosas todo el tiempo – decía Pete, yendo hasta su habitación, sentándose frente a su laptop una vez más, dispuesto a contar otra de las tantas experiencias.
Cuando estaba por empezar a escribir, se presenta una imagen en el monitor de su computadora, la misma era una especie de video conferencia, que tenía como principal y única protagonista a su ex novia Brenda, a la cual no veía hacía seis meses.
Bebiendo un trago de whisky, el hombre se aleja de la computadora, sabiendo que lo que veía no podía ser mínimamente real, pero al fin y al cabo lo estaba viendo. No era un sueño, más bien una pesadilla pero vivida en carne propia.
- ¿Brenda?... No… no puedes ser tú – decía Pete, sin poder si quiera parpadear.
- ¿Por qué te sorprendes Pete? Sabes bien que voy a perseguirte hasta que vayas a la tumba. Muchas veces te dije que vas a morir pronto, es más… YO VOY A MATARTE! – expresó la mujer, tomando un enorme cuchillo y saliendo lentamente de la pantalla de la computadora, tal y cual como un capítulo de Twilight Zone.
El hombre comenzó a gritar desesperadamente, sin que nadie pudiese escuchar sus gritos. Todo lo que parecía una búsqueda de distracción, estaba convirtiéndose en la puerta al infierno.
El flashback terminó… Pete se despertó en la cama, tomándose la cabeza y mirando su computadora, la cual se encontraba apagada, sin poder descifrar si lo que había sucedido fue real o no. Esa casa verdaderamente le estaba jugando una mala pasada.
Ya era de noche, todo se encontraba iluminado con unos enormes faroles que decoraban a la perfección la casa, que obviamente fueron colocados hacía unos 20 años más o menos. Ese día ya estaba transformándose en una verdadera pesadilla y en una ruleta que no pensaba parar en ningún momento.
Pete fue hasta la cocina y trató de calmarse un poco, preparándose un sándwich de verduras y algo de tofu, ya que no era muy fanático de la carne, aunque nunca se había convertido en un vegetariano per sé. Tal vez así podría pensar un poco mejor.
- Estoy completamente fuera de sí… esto debe detenerse – expresó el hombre, tomándose la cabeza con ambas manos.
Arrimándose hacia la ventana, éste pudo ver que estaba comenzando a nevar, aunque pareciera increíble en esa época del año. Cosas así no sucedían con frecuencia; hacia mucho frío, eso estaba claro, pero… la nieve no era para nada razonable.
El fuerte viento golpeaba las ventanas, haciéndolas temblar con mucha potencia. Era un clima para no salir de la casa, ya que podía traer consecuencias fatales en el organismo de cualquier persona. Solo restaba esperar que pasara esa sucesión de cambios meteorológicos.
Tras terminar la cena, Pete se dirigió nuevamente a su habitación, para continuar escribiendo su libro “Próxima parada: El Infierno”, el cual se estaba tornando más real de lo que siquiera podía imaginar en un principio. Acompañado de lo único que tenía en ese momento, su botella de whisky Remy Martin.
El hombre no paraba de pensar si lo que había sucedido con Brenda fue real o no, pero lo que sí ya estaba comenzando a creer era que se estaba volviendo loco por todo lo que le estaba pasando. Las consecuencias fueron advertidas desde el primer momento, pero era una especie de desafío que se estaba planteando, solo había que tratar de no perder la razón, algo que era bastante difícil.
En eso, suena su celular con su característico timbre “You´re so cool” de Chris Isaak, con un número desconocido que no se presentaba en la pantalla del mismo. Tras atender la llamada, el hombre escucha unos sonidos un tanto extraños, como si fuesen unos niños jugando en un parque. Poco a poco las voces iban tornándose más lejanas, quedando un silencio momentáneo… de repente, la voz de un niño se hace sentir, diciendo: - Fuimos claros al decirte que no entraras a esta casa, ahora solo debes esperar a ver de qué manera vas a morir. Todos te decimos… Muere, muere, muere, muere, muere – junto a las voces de los otros niños, que parecían enviados del mismo infierno.
En otras circunstancias, Pete podía haber creído que eso fue tan solo una broma de mal gusto, pero de verdad no se presentaba de esa forma. Muy pocas personas de corta edad tenían su número telefónico, como ser sobrinos y… nadie más, de hecho. Esto si lo asustó verdaderamente, haciéndolo arrojar el cenicero que estaba sobre el escritorio, destrozándolo en pedazos contra el piso.
- Debo acostarme y descansar… esto ya está poniéndose insano – expresó el hombre, quitándose los zapatos y acostándose en la cama, intentando hacer oídos sordos y ojos ciegos a todo lo que había pasado hasta ese momento, intentando conciliar un poco el sueño, ya que si no descansaba podía llegar a morir, como cualquier persona.

Día 3

Pete no estaba pasándola muy bien desde que se había instalado en la casa de las hermanas Dumont; de hecho, estaba pasando por las cosas más extrañas que podía haber presenciado en su vida.
Sumado a esto, había adquirido una carrera alcohólica más intensa que nunca, que no lo dejaba dormir bien por las noches, constantes pesadillas y malos pensamientos inundaban su mente. Los tiempos malos parecían estar volviendo.
Esa mañana, mientras se encontraba limpiando un poco el living de la casa, escucha que alguien toca la puerta, la cual hacía demasiado ruido a causa del eco que provocaban las gruesas paredes. A esas alturas ya no podía estar seguro si lo que escuchaba era real o no, pero tampoco podía detenerse a pensar demasiado.
Al abrir la enorme puerta, el hombre se encuentra con la señora Archer, la cual no era muy frecuente que apareciera por allí, pero al parecer algo estaba fuera de lugar, o al menos era lo que se pretendía demostrar en cierto punto.
- ¿Señora Archer?... ¿qué hace por aquí? – preguntaba Pete, un tanto sorprendido por la visita de la mujer.
- Solo vengo a revisar que todo esté en orden, y… … francamente también me preguntaba si usted seguía vivo. ¿Puedo pasar? – respondió ésta, mirando por todos lados mientras hablaba.
- Por supuesto – asintió Pete, dejando entrar a la mujer.
La señora Archer se sentó en el hermoso sofá que decoraba la enorme casa, que para ese entonces estaba valorado en miles de dólares, a causa de su construcción.
- ¿Le sirvo algo de té? – expresó Pete, dirigiéndose a la cocina.
- Si eres tan amable… - dijo la mujer, con una pequeña sonrisa.
Pete fue a preparar algo de té verde, siendo prácticamente lo único que toleraba tomar, aparte del alcohol que era prácticamente lo que más toleraba ese supersticioso cuerpo. Mientras tanto, la mujer empezó a recorrer la casa, en busca de algo inusual, o bien para intentar encontrar algún indicio de si había pasado algo hasta el momento. Pero todo resultaba muy ordenado y tranquilo, lo que no dejaba espacio a pensar nada extraño o fuera de lo normal.
El hombre regresó luego de unos cinco minutos, con dos tazas de té en las manos, notando que la mujer no se encontraba sentada en el sofá como lo estaba hacía unos instantes.
- Señora Archer… el té está listo – dijo en voz alta Pete, extrañándole un poco la actitud de la mujer.
Ésta regresó al instante, diciendo: - Hace un tiempo que no recorro esta casa; por lo que veo todo parece estar muy tranquilo –
- De hecho lo está – agregó Pete, pasándole la taza de té.
- Señor Benz, quiero que sepa que normalmente no hago esto, pero necesito pedirle un favor… sé que usted es una persona inteligente y no quiere pasar por esto, así que tenga la amabilidad de irse de aquí – dijo la mujer, bebiendo un poco de su té.
- ¿Por qué debería irme? Lo estoy pasando de lo mejor aquí; no sé por qué sigue con la intención de querer persuadirme con eso – agregó Pete, dejando su taza sobre una pequeña mesa.
- Siento que no es necesario tener que explicárselo todo de vuelta. Por más que me diga que aquí está todo bien, sé perfectamente que no es así. Hágame el favor de empacar sus cosas e irse; no quiero estar lamentando una desgracia más en este lugar maldito – decía la señora Archer, cambiando bruscamente de actitud.
- Por supuesto que no… entendí las condiciones desde el primer momento, no soy estúpido. He estado en lugares así y mucho peores, y créame que de todas esas experiencias, siempre surgió algo muy positivo. Le agradezco el esfuerzo y la preocupación, pero si ha venido solo para eso, temo decirle que su misión ha fallado – expresó éste, encendiendo un cigarrillo.
- Sabe… pensé que usted era mucho más inteligente, pero por lo visto no hay nada que pueda hacer. Que quede claro que por todos los medios intenté ayudarlo – fueron las últimas palabras de la señora Archer, levantándose del sofá y dirigiéndose a la puerta nuevamente.
- Creo que por fin nos entendimos – agregó Pete, sin importarle mucho lo que hacía la mujer.
El hombre ya empezaba a perder un poco la razón, sin saber que lo que estaba haciendo no era para nada aconsejable y mucho menos, algo tolerable para cualquier ser humano racional.
Tras aquel incómodo encuentro, éste se dirige a su habitación, intentando canalizar su enojo en la escritura, lo cual a ese punto parecía ser para lo único que respiraba día y noche. Acompañado de su inseparable botella de fino whisky Remy Matin, Peter Benz coloca los créditos a su libro “Próxima parada: El Infierno”, que por los acontecimientos reales que sucedían, podía ser un increíble fenómeno, o también un terrible fracaso… nunca se sabe.
Revisando las cintas que había grabado con su videocámara durante sus tres días en la casa, pudo notar que nada extraño parecía haber pasado. Otra vez comenzaban a presentarse los fantasmas de la paranoia, que parecía estar trastornándolo cada vez más.
Hay una etapa de la mente humana, en la cual estamos más allá de la línea entre lo real y lo irreal, basándonos en miedos y experiencias vividos; a partir de ese momento nos alejamos completamente de la persona que solíamos ser, y un nuevo comportamiento surge de nuestro interior. Esto es conocido como la etapa 4 de la paranoia.
Mientras, se decidía a escribir sus primeras líneas nuevas: 1) – Creo que estoy siendo una víctima más de la maldición que habita en esta casa. 2) Me rehúso a creerlo, pero estoy empezando a pensar que es así. 3) – No se si saldré vivo de aquí, pero… en caso de que no lo haga, les haré ver que aquí nada es cuestión de dinero, ni de fama. Les enseñaré a no cometer mi mismo error.
Una intensa brisa fría empezó a sentirse en la habitación, aumentando cada vez más, como si alguien hubiese traído el maldito Polo Ártico. Por supuesto, no era para nada alentador, y presagiaba algo terrorífico, a su vez, muy relacionado al más allá.
Pete se levantó de la silla, mirando totalmente quieto qué era lo que aproximaba por esa brisa, lo cual parecía ser una especie de espectro que comenzaba a tomar forma. ¿Tal vez otra alucinación?, ya sería el acelerarlo demasiado, las cosas no deberían funcionar así.
La figura de una muchacha se lograba ver claramente; su rostro parecía el de un ángel, con un bellísimo cabello y unos ojos que sorprendían por su brillo e intensidad. Ésta resultaba ser la menor de las hermanas Dumont, la hermosa Stephanie, que murió tan solo teniendo 14 años, lo cual resultaba una gran pérdida para el legado que alguna vez llegó a poseer esa familia.
La misma, empezó a caminar lentamente hacia el hombre, viendo que éste no paraba de sudar, y sintiendo su más profundo miedo hacia lo que en ese momento estaba más allá de lo que el mundo podría imaginar. Ya era demasiado tarde para creer en alucinaciones.
Parándose frente a él, lo toma del rostro con ambas manos, comenzando a besarlo lentamente, sin un más mínimo movimiento provocado por el mismo. Esto era lo más extraño que podía haber sucedido de hecho; pero estaba en la naturaleza misma de las jóvenes… vivieron para ser prostitutas caseras, era lo que más disfrutaban.
Tras un par de segundos con los ojos cerrados, y sin haber tenido el más mínimo poder de reacción, Pete abre los ojos nuevamente, notando esta vez que ya no había nada frente suyo. Pero… no podía ser; lo que se había presentado era real, fuera de lo normal, pero real al fin.
El hombre ya estaba al borde la locura total, un punto en la cual las peores experiencias vividas se presentan, y nos llevan a crearnos un mundo de temores, inseguridad y nos destruyen el cerebro, sin que siquiera pudiésemos aplicar una defensa efectiva.
Rápidamente se aferró a la botella de whisky, bebiendo sin parar, descontroladamente. En algún punto sabía que fue una terrible equivocación haber ido a ese lugar, aunque todos se lo advirtieron. Lo único que quedaba, siendo inteligente, era salir de la casa, escaparse de ese lugar maldito y poseído antes de que fuese demasiado tarde.
Eso fue lo que precisamente hizo Pete, corriendo al bajar por las escaleras y tropezando en el penúltimo escalón, que provocó una dolorosa caída; pero esto de hecho ya no importaba… solo escapar.
Pero el punto que les mencioné antes ya había sido cubierto; resultaba imposible salir de la casa, las puertas y ventanas se encontraban selladas en piedra sólida, como puestas allí por una especie de ser diabólico que no iba dejar con vida a nadie. Era totalmente enfermo lo que sucedía, logrando desesperar cada vez más a Pete.
Dirigiéndose al ático, nuevamente por las malditas escaleras, nota que allí era lo mismo. Toda la enorme casa había sido cubierta en piedra, lo cual nadie ni más remotamente alguien pudiera haber imaginado. La única opción era hacerle frente a lo que viniese… hasta no poder más.
Pete intentó calmarse un poco más; de hecho, ya lo estaba, ya que se encontraba bastante sedado por el alcohol, y las pastillas que siempre tomaba, supuestas efedrinas recetadas (nunca sirven). Tomó otra botella de whisky Remy Martin de su bolso, debido a que había llevado muchas para soportar su estadía y avocar a la “inspiración”, fue hasta el living, se quitó los zapatos, y empezó a decir unas palabras un tanto amenazantes.
- Sé que esto es una mierda llamada “Juego previo” que tienen los malditos fantasmas, el de rodear y conocer el entorno de la persona, pero ustedes realmente lo están haciendo patéticamente mal! Por qué no se dejan de estupideces y hacen lo que le hicieron a las pobres personas que estuvieron aquí. ¿Quién era la que apareció? Ahh, ya recuerdo, la bella Stephanie… Es más, hasta quiso coger conmigo; increíble… Ahora… si esa es la menor, no quiero imaginarme lo que serán las otras tres. Vengan cuando quieran, tengo carga suficiente para todas – obviamente el alcohol y las pastillas ya lo dejaron fuera de sí, diciendo idioteces y tratando supuestamente de entender el por qué de estos fenómenos.
El resto del día lo inconsciencia llegó a su punto límite, sin poder de reacción para nada; no se podía saber si estaba muerto o no, ya que apenas respiraba y había bebido demasiado. ¿Podía considerarse el punto de ruptura entre lo que se podía considerar posible, contra el nivel más alto de demencia.

Día 4

Pete había dormido más de trece horas, todo parecía haberse calmado un poco más, pero… ciertamente algo parecía distinto; el mismo no tenía la misma expresión de siempre, sino que ya se despertó sabiendo que todo se estaba convirtiendo en una batalla entre su persona y lo paranormal. De hecho fue lo que no podría haber imaginado en toda su vida. Pero el hombre era un escritor, y por lo tanto debía continuar con su libro: “Próxima parada: El Infierno”.
- “Es extraño como de repente puedes sentir que estás en el mismo puto campo de batalla, solo que en vez de ametralladoras y granadas, tienes un botella de whisky y una laptop. De verdad esto es ridículo, pero tampoco soy un cobarde; de alguna u otra forma saldré vivo de aquí y leerán mi libro para comprobar que esta mierda es real” –
Toda la casa aún se conservaba cubierta en la más dura piedra, pareciendo un acto del mismo demonio. Pero… había que ponerse a pensar con más claridad y encontrar el trasfondo psicológico de todo. Las hermanas Dumont habían llegado al tope de la locura en el momento antes de morir, lo cual explica que querían hacerle sentir lo mismo a sus víctimas; de hecho era bastante aterrador, ya que con todas utilizaban métodos diferentes.
Pete tomó su celular Nokia del bolsillo de su gastado jean, marcando el número de su amigo Noodle, el cual podía ser la única persona que podía ayudarlo en ese momento. El tono duró unos largos segundos, con la perspectiva de que nadie detrás parecía querer responder.
- ¿Pete?... ¿Aún estás en esa estúpida casa? – preguntó Noodle al atender.
- Sí, aún estoy aquí… debes venir a sacarme de alguna forma. No puedo escapar, toda la maldita casa está cubierta en piedra. Debes creerme, estos putos fantasmas no piensan dejarme escapar –
- Pero las hermanas Dumont son buenas personas Pete… ellas, ellas solo quieren jugar un poco contigo, sabes… quieren darte la muerte que te mereces, al igual que todos los insectos que estuvieron anteriormente en esa casa – respondió Noodle, con una actitud completamente diferente y aterradora, seguida de una sonrisa totalmente satánica.
Pete comprendió que ya nada estaba dentro de lo razonable; era increíble, pero las hermanas Dumont parecían tener un increíble poder, que sobrepasaba el nivel normal de un espectro ordinario. Esto era algo que no estaba comprobado a ciencia cierta, pero algunos estudiosos del tema, aseguran que hay varios niveles de energía en los fantasmas, que pasan desde NE1 (Nivel espectral 1) hasta el NE5 (Nivel espectral 5). Las hermanas Dumont habían alcanzado el NE5, dado la cantidad de víctimas que asesinaron en todos los años que pasaron dado la tragedia que ocurrió en esa casa.
Ya no había a quién pedir ayuda, era totalmente en vano e inútil; solo restaba ingeniarse de alguna forma para poder salir de allí, lo cual se tornaba casi imposible.
El hombre encendió un cigarrillo, sentándose en el piso, bien al borde la cama, mientras cantaba una canción de Bob Dylan, sin siquiera saber si estaba o no pisando la tierra. Todo escapaba de su atontado ser.
En eso, nuevamente comienza a sentirse el frío que se pudo vivir el día anterior, lo cual hizo que Pete comenzara a sonreír. Podía ser un nuevo encuentro con alguna de las hermosas hermanas. Como antes, una figura a través del aire comenzaba a tomar forma, moviéndose lentamente en círculo.
Nuevamente era Stephanie, la cual parecía querer comunicar algo… pero obviamente sin el poder de palabras, ya que los fantasmas no poseen esa facultad, por más poderosos que pudiesen llegar a ser. Era extraño, pero era como que quería abrazar a Pete.
- Ven a mí, maldita perra estúpida – decía el hombre en voz baja, esperando que la muchacha se acercara hacia él, momento en el cual escupió algo del alcohol que tenía en la boca, encendiéndolo con su encendedor, lo cual provocó una llamarada que cubrió de fuego la figura de Stephanie, que lentamente comenzaba a desvanecerse, hasta finalmente desaparecer.
¿Cómo llegó ser esto posible?... sencillo… hay un momento en el cual los espectros pueden tomar forma humana, pero tan solo por unos pocos segundos. En ese momento, son seres prácticamente normales, que pueden sufrir las heridas y experimentar el dolor humano, ya que alguna vez llegaron a serlo.
Pete había logrado acabar con una de las hermanas Dumont, cosa que nadie jamás lo había podido hacer. Esto obviamente, cambiaría drásticamente el rumbo de las cosas, ya que a partir de ahora las reglas del juego serían distintas, y mucho peores que antes.
Estaba claro que esa situación sería muy poco creíble si la incluía en su libro, aunque era 100% real lo que había pasado, y eso nadie jamás podía quitárselo. Pero de todas formas había que contar todo, sin dejar afuera el más mínimo detalle.
- “Nunca creí que podría llegar a ser cierto, pero no es imposible eliminar a estos malditos fantasmas… existe un punto en el cual sin que los mismos lo pensaran se vuelven humanos. A ciencia cierta, los mismos estudiosos del tema lo saben. Voy cambiar el rumbo de las cosas, iré por las demás” –
De repente comenzó a llenarse toda la habitación de agua, a un punto que la velocidad de crecido era tan elevada, que Pete tuvo que desconectar su laptop, intentando retirarse rápidamente de allí, ya que todo su trabajo se echaría a perder.
El agua era de un color muy oscuro, como salida de un profundo pozo; las señales comenzaban a aparecer cada vez más. De repente, los cuadros que decoraban la habitación empezaron a realizar expresiones faciales, lo cual aterraba en potencia al hombre.
Uno de ellos en particular, era un de unos soldados ingleses en una sangrienta batalla ocurrida en 1.723 en las afueras de Birmingham, la conocida batalla de “Woodspin”. Arthur Woodspin era el general de un enorme grupo de soldados británicos, un hombre completamente desquiciado que se encargó de eliminar a todos los inmigrantes que pisaban suelo inglés; además, sacrificaba una gran cantidad de gente inocente cuando la oportunidad lo requería, un egocéntrico al que solo le importaba su seguridad.
El mismo comenzó a salir de la pintura, cobrando vida y contemplando un acto completamente enfermo y fuera de lo normal. Todo lo que en algún momento pareció controlado, ahora estaba dándose vuelta como una tortilla.
Pete tomó una espada que se encontraba por la pared, unos adornos que las mujeres adoraban, ya que las hacía sentir seguras, en un lugar que sabían que podían proteger cuando lo quisiesen. Su confianza y tranquilidad debía permanecer intacta.
El temible general salió del cuadro, con un aspecto bello, pero a su vez totalmente aterrador, dado que parecía salir de una terrible masacre en un campo de batalla, donde se inflingía dolor y desesperanza. Lentamente, comenzaba a desenvainar su sable, mucho más fino y cortante, además de más fácil de usar.
Sin dudarlo ni un segundo se lanzó a atacar a Pete, haciendo que éste comenzara a moverse por todos lados, intentando esquivar los letales sablazos del oponente. Pero era prácticamente inútil, ya que la mayoría eran impactadas, en forma de cuchillos que cortaban los brazos y piernas del hombre, sangrando sin parar.
Woodspin estaba jugando con Pete, causándole un dolor inimaginable y paralizándolo completamente. Era como una especie de riña entre un niño de 8 años y uno de 20. El mundo irreal estaba tomando el control de la situación, con un mundo exterior que ni siquiera estaba enterado de lo que sucedía.
Pete solo esperó que éste se acercase una vez más, total una herida más solo representaban más líneas para su historia. Llegando lo suficientemente cerca, Woodspin lanza otro sablazo al pecho del hombre, pero éste logra clavarle la espada en el cuello al temible general, aunque igualmente recibió el impacto.
El espectro comenzó a desvanecerse para siempre, regresando al cuadro, pero ahora tendido en el campo de batalla, y con el resto de sus soldados sin siquiera aparecer en el mismo. El hombre había logrado eliminar a otra de las abominaciones, aunque esta vez resultó muy herido. La sangre comenzaba a mezclarse con el agua, tornándola roja y cambiando el color de la habitación.
A Pete solo le preocupaba su laptop, que estuviese segura y fuera de todo peligro, ya que si no su información se echaría a perder, y todo lo que estaba sufriendo sería en vano.
Logrando levantarse, el hombre toma su computadora y su botella de whisky, saliendo de la habitación, y dirigiéndose al único lugar que desde un principio definió como más seguro: el ático. Podía decirse que era solo allí donde sentía una tranquilidad muy diferente al del resto de la casa.
Subiendo muy herido por esa larga escalera, pensaba cómo hacer para que todo terminara y tratar de hacer lo que había ido a buscar. Pero ya resultaba prácticamente un laberinto sin salida, lleno de trampas mortales.
Sentado en el viejo ático, Pete tomó la botella de whisky y comenzó a beberla, además de echarse un poco de alcohol en las heridas, ya que no tenía más otro producto curativo en toda la casa. Su cara de sufrimiento lo decía todo; sudando sin parar y apretando los dientes para tratar de evitar sentir el dolor.
Tomando su laptop, a pesar de las heridas, comienza a escribir nuevamente, sin importarle absolutamente nada. Solo en eso consistía su estadía allí, claro… además de que se encontraba atrapado en un escenario demoníaco.
- “Me deshice de la menor de las hermanas Dumont, luego un maldito cuadro tomó cobró vida y me atacó un soldado inglés con un sable afilado como el mismísimo demonio ¿qué va a pasar ahora?... no lo sé, solo ellas lo saben; pero no encuentro el por qué de esta maldita situación; ya traspasé el nivel de la locura, tal vez; pero aún tengo fuerzas para salir de aquí. Voy a hacerlo, dije que lo haría, así que tengo que cumplirlo sin mirar atrás y pase lo que pase” –
En eso, una campana comenzó a sonar desde lo lejos, era como el anuncio de algo especial, aunque cualquiera pudiese confundirlo fácilmente con el comienzo de la misa en una iglesia. Pero estos eran diferentes, ya que su sonido era mucho más gótico y parecían provocados por alguien siniestro y medieval.
Unos estruendosos martillazos comenzaron a escucharse, era como alguien que estaba intentando romper esas rocas; por fin se estaba presentando el halo de luz, que tal vez significaría el fin del sufrimiento de Peter Benz, en medio de toda esa oscuridad.
Tras un par de segundos, los martillazos habían cesado completamente. El hombre pensó que vieron imposible la forma de romperlo, ya que era la roca más dura que existía; aunque del exterior no podía escucharse absolutamente nada.
De repente, empezó a formarse una figura frente a él, otra vez el karma que lo estuvo persiguiendo durante toda su estadía en ese lugar. Esta vez no era ninguna de las hermanas, sino más bien una pequeña y bonita niña de cabellos enrulados, la cual despertaba mucha ternura, aunque no había que dejarse engañar.
Esta era nada más y nada menos que el fantasma de la pequeña Antonella Giulianno, hija de Enzo Giulianno, víctima de uno de los asesinatos más terribles ocurridos en esa casa. Esa niña ya había pasado por toda esa angustia, así que comprendía y veía todo lo que Pete estaba viviendo.
El hombre se quedó atónito al verla, ya que no se esperaba una aparición semejante, lo cual hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas, sin saber ya cómo reaccionar.
Antonella lo miraba tristemente, haciéndole señas con sus manos y su cabeza de que era imposible salir de allí, podía entenderse perfectamente. A diferencia de los demás sucesos, este no parecía atraer el peligro, sino más bien era una presencia mucho más benévola que intentaba ayudar un poco.
Estaba más que claro que ya no se trataba de querer escapar de allí, demasiadas cosas pasaban por la cabeza de uno en una situación así, pero en realidad no había tanto que reflexionar, siendo que uno estaba inmerso en su misma trampa mortal.

Mientras tanto en San Fernando (California)

Noodle había regresado de la playa, trayendo unas cuantas cervezas a la casa, ya que en menos de una hora comenzaría
Soulvalentino12 de abril de 2009

Más de Soulvalentino

Chat