Crisálida.
Donde tú veías planetas y gases yo veía ovnis y civilizaciones.
Donde tú no sentías nada, yo sentía energía.
Navegabas a ras de agua, en medio del océano.
Y yo me sumergía buscando la Atlántida.
Tratando de leer entre líneas un libro cuadriculado.
tratando de descorchar la botella con una pluma.
Andando por la cuerda floja con los ojos cerrados.
Hasta que me caí.
Me hundí en el fondo de la bañera.
Tus dedos anudados a mi pelo,
Mi mejilla derecha machacada contra la porcelana fría y resbaladiza.
Los músculos de mi cara se contraían alrededor de toda mi nariz.
la sensación de agitación inminente corriendo cada vez más deprisa.
queriendo atrapar la velocidad de los latidos de mi corazón.
Y el hinchazón de mis labios, camuflado en el mármol cárdeno de los mosaicos,
El agua que se cuela por cualquier rendija.
hasta inundar la cárcel de mi cerebro.
Parece que el corazón y los pulmones se fusionan en uno,
y el pecho te estalla.
En ese momento aprietas tanto los dientes que te comes a ti mismo.
Y desearías ser una pastilla efervescente.´
Para al menos aliviar el dolor, o volatilizarte.
Pero la realidad es de carne.
De carne que sangra más fuerte,
si las heridas vienen de donde esperabas besos.
Quizá en el último impulso de supervivencia pataleando,
Conseguí arrancar la tapa del desagüe
Y creí que me moría, que me partía por la mitad,
Mientras tus demonios sumergían mi cabeza,
el agua se tornaba un remolino que me absorbía hacia un agujero negro,
Cada vez más grande.
Mi pelo se rompió en tus dedos y me dejé ir.
Me dejé absorber hasta despedazarme en partículas,
Si eso por fin, me alejaba de ti.
La lucha para volver a nacer de nuevo.
destruyendo a arañazos, la membrana desde dentro.
A patadas que avisan que aquí dentro, ya no hay más espacio.
Una sobrecarga.
La luz al final del túnel.
La primera bocanada de aire.
Esto ya se me está haciendo algo habitual.
¿Cuántas veces nos tocará nacer?
¿Y renacer?
A base de palos que no son en la piel.
