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Pequeñas Batallas Ilustradas.

Ya lejos han quedado las conquistas napoleónicas del silgo XVIII, la humanidad ha avanzado a pasos agigantados a través de distintos vaivenes políticos y culturales para arribar a lo que hoy conocemos como modernidad. Sin embargo, hay una esencia, una condición inherente a los humanos que aún mantiene latente su llama.
Hoy, tan modernos y civilizados como nos gusta reconocernos, todos nosotros peleamos a diario nuestras pequeñas batallas, escaramuzas de variable intensidad que sin propiciar graves consecuencias, mantienen vivo nuestro espíritu de guerra.
Se dice que elegimos a los enemigos a imagen y semejanza nuestra y a diferencia de los grandes conflictos de la civilización, nosotros podemos optar de entre casi infinitas alternativas. Hay quienes deciden pelear contra el sobrepeso, contra la timidez, comandar una conquista social en la cola del supermercado, combatir por un salario digno, en un trabajo que poco tiene de digno y por tantas otras banderas, como hogares, asados, y clubes de fútbol existan por ahí.
Vivimos enfrentando pequeños desafíos violentos sin muchas veces tener en claro por qué lo hacemos o cuál es el fin último de nuestras acciones, la adrenalina que nos genera la confrontación, sin importar la duración, es lo que nos mueve a hacerlo.
Lo que nos rige muchas veces no es más que un vacío de idelaes, o una confusión generalizada donde somos incapaces de identificar qué valores son los que le aportarán a nuestra vida eso que íntimamente esperamos encontrar en un botín de guerra.
Más allá de las necesidades reales que puedan conducirnos a un enfrentamiento, la realidad es que lo disfrutamos, abrazamos con cariño la tensión que todo conflicto trae aparejado, nos hace sentir vivos, importantes, dignos de un ideal impostergable, aunque este sólo sea probar que el contendiente está equivocado, o que una vez planteada la lucha, yo puedo ser el ganador.
Desperdiciamos energía en situaciones que, en el mejor de los casos, sólo nos demostraran que era posible salir vencedor.
Lo importante no es evitar las batallas, sino saber elegir al enemigo. Optar por aquellos que nos dignifiquen o nos regalen una enseñanza como prueba de buena fe y tener siempre presente que los vencedores vencidos existen y no necesitan más soldados en sus filas.
Sudasudaca25 de marzo de 2010

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