Mi mirada se dirige hacia abajo, mis manos sujetaban un instante antes el marco del espejo.
Pedazos rotos se reparten en el suelo, como una baraja de cartas, unos boca arriba y otros tumbados boca abajo.
Tal vez deberìa recogerlos, no puedo moverme, tanto mi mente como mi cuerpo se han quedado suspendidos en el espacio que ocupaba el espejo entre mis manos.
El suelo parece un diamante gigante, brilla a trazos en los que se mezclan las baldosas marrones con los cristales que a su vez se mezclan con esos trozos boca abajo en tonos casi negro.
Al dar un paso hacia atrás tropiezo con la silla, poco a poco me siento en ella, mis manos siguen vacías.
Con la punta del pie rozo un pedazo del espejo, con el peso de mi puntera se inclina dejándome ver un poco del techo, pongo màs peso en mi presión y la imagen cambia. Veo mis ojos que miran directamente sin parpadear.
Pienso que puedo pegarlos mientras intento recordar si en casa hay algún pegamento lo suficientemente fuerte para unir tantos trozos.
Podrìa comprar otro espejo, pero ese me ha costado demasiado, no quiero.
Si no consigo pegarlo ...no tendré otro.
No tengo en mis bolsillos suficiente, sé que no tengo.
Escucho un crujido chirriante bajo la suela de mi zapatilla, al levantar el pie un brillo aún mayor asoma y diminutos cristales me recuerdan que en el suelo una estrella también puede brillar.
Puedo hacer que vuelva a reflejar, recomponerlo....pero necesito ayuda.

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