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60 Segundos, una Eternidad

Ring... Ring... Son las 9, es tarde y suena el teléfono. A un lado esta nuestro adolescente muerto de sueño, pero excitado por el sobresalto. Al otro, una voz femenina, dulce pero desconocida:
-Hoy va a ser un mal día -dijo ella- las cosas te saldrán mal y te acostarás decepcionado y triste.
Colgó.

Acto seguido se levantó de la cama ignorando lo que realmente pasaría aquel día que, aparentemente, parecía normal. Se dio una ducha, desayunó, fue a clase y regresó. Confuso, se tomó una comida rápida y, con un portazo en señal de prisa, voló por el pasillo como si la vida le fuera en ello.

-Mierda, llego tarde! -pensó- espero que no se enfade..

La luz del sol era cegadora y la piel del muchacho ardía tanto por el calor como por la impaciencia. Al fin, llegó.
Allí estaba, sentada sobre un banco de piedra escuchando su música favorita y viendo la hora en su bonito reloj de bolsillo a modo de cadena. Según se acercaba ella levantó la vista y, con un leve movimiento de cuello, lo observo sonriendo. En menos de un segundo el tiempo se paró y todo el mundo ajeno a los dos desapareció de repente.

-Hola princesa -se atrevió a decir el pobre enamorado- Siento la espera
-Tranquilo, mereció la pena esperar -contestó ella agarrándole las manos-

Puede que fuese un minuto entero pero para ellos fue una eternidad. De pié, uno enfrente del otro, mirándose a los ojos sin nada que decir ni nada que pensar más que en el presente. Él tiene unos ojos marrones muy claros pero, cuando le da mucho el sol, se vuelven verdes y cristalinos. Ella, sin embargo, brilla en la lejanía con ojos azules celestes que con los años se volvieron verdes azulados, profundos y que enamoran tan solo con un golpe de vista como le pasó al joven protagonista de esta historia.

Pasó la tarde y juntos recorrieron la ciudad acompañados de risas y algún que otro tímido abrazo donde cada uno ansiaba que no terminase nunca. Al caer la noche sus caminos se tuvieron que separar y, a paso muy muy lento, él la acompaño al portal de su casa. Cuantos minutos pasarían en ese portal entre despedida y despedida. Solo querían que se detuviese el tiempo en aquel instante.

-Hasta mañana entonces?
-Si, hasta mañana

No existen palabras para describir el color del aire que los rodeaba, pero si está claro que transmitía una paz y una tranquilidad increíble. Otra vez esas miradas, otra vez ese magnetismo entre ellos que los predestinaba a pasar la vida juntos.
Tras su llegada a casa, el muchacho apenas cenó y se tumbó en la cama como si flotase en ella mientras aparecía en su rostro una sonrisa de tonto enamorado. Por un momento recordó aquella llamada anónima, pero rápidamente se le borró ese pensamiento al pensar en la mujer de sus sueños y en cuando la volvería a ver.

Era el miedo quien llamaba. El miedo a que se rompan las ilusiones. Afortunadamente no siempre se rompen. Afortunadamente si estás con quien de verdad amas nada puede impedir que un día normal se convierta en uno de los mejores de tu vida solo por ver de nuevo esos ojos que enamoran, solo con una mirada.
Tibu309 de julio de 2012

3 Comentarios

  • Daydream

    Qué bello este escrito, me resultó cálido y me remontó en el tiempo, a la adolescencia. Todo sucede demasiado rápido, todo pasa tan de prisa que a veces nos detenemos más en pensar en el miedo que en dedicarle tiempo a al amor, a las palabras, a la esperanza.
    Un saludo Tibu.

    09/07/12 06:07

  • Yadiramurta

    ¡Me encantó tu relato! LLeno de ternura y de ilusión. Lo de la llamada del miedo estuvo genial.
    Saludos!

    09/07/12 02:07

  • Sgarcia

    Ohh que preciosidad, bendito amor adolescente en el que todo parece perfecto.
    Un saludo

    09/07/12 11:07

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