Envidio a las piedras por no sentir, por no sufrir. Envidio al agua por continuar, por no dejar que nada ni nadie la detenga. Compadezco a los pobres mortales que cada día tienen que afrontar problemas y preocupaciones. Compadezco a los seres humanos que, aún estando vivos, pasan las horas como meros zombies o simples marionetas. Si, pobres. Yo, sin embargo, ya estoy muerto.
Los sueños solo mueren cuando se deja de creer en ellos. No sabes como te entiendo, pero no hay que dejar de luchar día a día por tener esos pequeños momentos de felicidad que, al fin y al cabo, es lo que vale la pena.