Me quedarán cosas por decirte. Tal vez importen. Tal vez no. Me quedarán un par de tardes colgando donde dos tazas de café se enfrían sobre la mesa de aquella cafetería. Quedaran sobre el sofá las horas que duraban todas la películas que salvaron la tarde de ser aburrida. Allí en una despensa guardaré dos lunas, una la que debió haber salido el día en que nos conocimos, la otra por la que ya no volveremos a ver juntos. Dentro de un frasco hallaran las cenizas de todas las cartas de amores pasados que quemaste en un vaso. En tu casa, al lado de la chimenea, quedaran preguntas absurdas que no llevan a ninguna parte. Pero que nos llevaron permanecer juntos. En la ventana de mi piso seguirá la rosa marchita y las flores muertas que nunca llegue a regar.
¿Algún día volveremos a vernos? Me repito esa pregunta todos los días. Y es que faltaba mucho por escribir en nuestra historia. A ti te falta saber algunas cosas que no llegue a decirte. Por ejemplo, que pese al adiós y a los años que han llovido, sigo pensando cómo sería tenerte cerca. Pienso en lo lejos que te has ido y lo feliz que eres y me alegro. Pero también he de admitir que cierto egoísmo me invade, como si algo que era mío hubiera sido robado. Sé que no eres mía. Es simplemente que parte de lo que fui se quedó en tu piel.
Nos quedará un quizá, un tal vez, un mañana. Y eso es lo que deberemos cargar lo que nos queda de vida. Sé que cuando pienses en mí recordarás tus fallos y los míos. Puede que incluso imagines cómo hubiera sido nuestra vida si cambiáramos algo. También me lo pregunto. Estoy convencido que ambos aprendimos a conformarnos con menos de lo que tuvimos. A querer menos de lo que tú y yo lo hicimos juntos.
Habrá cosas entre nosotros sin terminar y así quedarán, como estas palabras. Jamás las leerás. Nunca oirás de ellas, a pesar de que atarían todos los hilos de nuestra historia con cada letra.
