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Perdida Toda Esperanza

Ojos negros y amargos, con la expresividad muerta, asesinada por el hambre, el frío, con algún destello mal pintado de rabia y furia, no quedan artistas para él, está olvidado, nadie puede pintarle una sonrisa, se quedó con el último horror de cualquier viandante que le viera por allí, con una mirada de lástima rápida y fugaz, y con la certeza de que olvidaría su rostro en cuanto doblase la esquina. Ya no queda felicidad para él, la perdió a la vez que la esperanza, mientras que intenta sobrevivir por una vida que nunca le perteneció, que ni siquiera le trató bien como un amigo, o cortésmente como a un invitado mal deseado, esa vida que se olvidó de él. Siente lástima por sus compañeros, que viven su misma situación, pero que se aferran al clavo ardiendo de Dios, o de la bondad de la gente, porque ese clavo ardiendo les quema poco a poco, Dios no existía para ellos, sólo para la gente que tenía techo, que no era ni mucho menos bondadosa, pero prefieren arder antes que seguir cayendo, para ellos la distancia es tan grande que ni se ve el fondo de ese abismo en el que están atrapados, hace tiempo que él se soltó, y sigue cayendo, esperando, y deseando, estrellarse por fin, porque la angustia y el dolor de la caída en sí es mucho más grande que el momento en que se estrelle y deje de sentir, el aire le quema al bajar, no puede controlar la velocidad de su caída, el viento le arrastra y le hace girar y dar volteretas, y eso marea a su debilitado cuerpo, al que le falta comida, calor y cariño.

Eso fue lo que pude discernir en él la última vez que lo vi, al día siguiente había desaparecido, por fin se había estrellado. No tuvo entierro, quedó para siempre en un depósito de cadáveres a la espera de ser reconocido o reclamado. Para mí siempre será aquel que nunca se quemó las manos, y murió con el alma sin destrozar por la esperanza, porque nunca la tuvo.
Yodyastorga05 de febrero de 2009

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