Vivir a media cocción me encrudece. Cocinar a fuego lento no sacia mi deseo express. Mi hambruna desfallecida ensaliva mis ganas de volver a comer, y entonces todo me está bien. El microondas se alía con la desidia y comienza a girar una pasión fingida que se enfría antes de llegar a mi boca. Echo de menos lo cocido tiempo atrás. Descongelo, pero mis sentidos se enlutan ante el bloque de hielo en el que se ha convertido. Congelar en el tiempo no conserva lo que echamos a perder. El tiempo pasa y mis anhelos se funden en el descongelador abierto. Qué vacío siento cuando tengo hambre y no sé de qué.