Tengo a bien explorar este valle amplio que la lluvia agrede, donde el pasto hace olas y las aves cantan en burla. Sigo una coordenada imprecisa en el horizonte, rasgando a mi paso la hierba y los colores grises, lodos y verdes que la tierra germina en desorden. No hay prisa ni motivo alguno, camino y punto, echo a andar, intercambio espacios.
Hay voluntades que no disponen de medida, peso, ni volumen, ni percepciones sensoriales. Pueblan el aire y la lluvia, y sin poder prevenirlo acaban su vida contra mi frente. Yo me río porque les doy muerte.
Tengo a bien cultivar aquí una fábrica de herrumbre, donde pueda hilar y tejer cadenas. Quiero agitarlas, hacer ruido, quiero amarrarme las piernas y arrastrarme bruscamente. Llevo siglos a cuestas y no concibo otro deseo que el de convertirme en una bestia de metal y tierra. No hay prisa ni motivo alguno, concibo y punto, suplico.
Hay cifras que me aterran. Uno, dos, dos mil dos millones dos mil dos. Faenas de la memoria, burda necedad de los que no terminamos nunca de morir. Mastico y muelo los dientes contra su carne blanda que no sangra, y me agito hinchado de furia, repleto de rabia.
Tengo a bien desmarañarme los intestinos. Masa, reja, martillo. Sorgo y trigo, o lo que sobre.
