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El Hombre Moderno

Explicado ya el motivo, procedí a destazarle. No prestó objeción alguna, prestó más bien su trémula ternura a mis filos inoxidables. Toscos ingenieros míos, fríos, percudidos de goze y carne. En otro tiempo nos llamamos criminales, pero ya con canas y sin culpa, nos entendimos particulares hatajos de circunstancias naturales, con menos voluntad que la hora que transcurre o el instrumento que mide la tarde. Grasosas rebanadas y mullidos cubitos de pasta sanguinaria que volví de su entereza, ubicados en el suelo según me dictó el azar, emitieron su oloroso sentimiento al cabo. El corazón y el sexo los dejé intactos, la cara sin pecado, del resto dividí, multipliqué y repartí a la hambrienta muchedumbre imaginaria que me puebla. Partí luego de su casa. Me topé con el marido que volvía muy mundano, a platicar con su esposa destazada de tonterías seguramente vanales. Fangoso albur de una vida que da vueltas muy cortas. Ya en mi alcoba la noche fue inesperada. Me cayó de visita el diablo, con dientes hechos polvo de antiguos, la palma de la mano embarrada en el rostro cansado, la figura derrotada, cabello en la garganta, palidez insoportable. Me pidió café y bebimos juntos. Afuera comenzó a llover la noche, a dibujar inquietas grietas contra la transparencia de mi ventana. Moderno albur de una vida que amarra proezas con tragedias con finales.
Abrahamsaucedocepeda30 de noviembre de 2009

2 Comentarios

  • Mejorana

    del resto dividí, multipliqué y repartí a la hambrienta muchedumbre imaginaria que me puebla.
    Estás igual que yo. Con un interior lleno de gente que me puebla.
    Tu también me pueblas Abrahansucedocepeda.
    Miles de cariños para ti.

    01/12/09 02:12

  • Abrahamsaucedocepeda

    Muchas gracias Mejo. Mi cariño para tí también.

    02/12/09 04:12

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