Estaba hecho de fierro el cabrón. Se aguantó dos trancazos en la cara y luego dejó que le entrara el coraje. Levantó al borracho de la solapa y lo sentó en la esquina, con todo y sonrisa. Los cuates del borracho le prendieron a rodillazos y tuvo que devolverles la jugada. Una patada, risas, chingo de groserías y una clavícula quebrada. Y el aire de la cantina empezó a apestar a sudor alcoholizado. La sangre allá en la esquina subiole el volumen a la escena, que el borracho se murió, que la policía Fierro, apúrale. Y el cabrón se devuelve fugitivo a su cobacha, en compañía del buen Jerry, que le saca bien el filo a la guitarra. Cantan la victoria como cualquier ebrio la canta y se desamigan cuando se muere la madrugada. En su cueva, solitario, prende el cabrón la televisión y voltea completos los canales. Dice: de aquí no tiro más lejos, tengo trabada la vida y a huevo me voy a terminar muriendo. Se cae más bien que camina a donde tiene guardada “La Blanca”, por si las circunstancias. Pero el cabrón estaba hecho de fierro. Le rebotó la bala.

Abrahamsaucedocepeda Seguir Autor Recomendar Texto Agregar a Favoritos