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Prosa Sin Sentimientos

Me place imaginar un círculo. Un objeto blando en un espacio abstracto que no habrá de colapsar mientras lo tenga proyectado en mi cerebro. No es falso ni es verdadero. No podría yo afirmar que su propiedad de ser imaginado le garantizase una plaza en el campo semántico de todo lo que ha sido creado o construido. Ni sé cómo habría de averiguarlo. Pero de tal manera lo he dispuesto, que le pertenecen y le cuelgan como cuerdas una variedad de formas, ramas de árbol, postes de luz, dedos de mujer, corbatas. Colas de gato. Y me place concebirlo girando y alborotando su regimiento de protuberancias alargadas, formando con su velocidad una silueta casi esférica. Y que al centro disponga solamente de una tacita blanca con café americano, desde siempre humeando, es decir, desde que me propuse imaginarlo.

Invade el cuadro una multitud de extremidades humanas, saludables, intactas, inquietas, que juegan acrobacia con sus dedos índices y anulares como piernas, el pulgar y el meñique como brazos, el dedo medio simulando un falo erecto. Caminan en cadencia de paso redoblado, con su falo alzado, a contraviento, parecen con su andar desafinado un sucio ejército de príncipes del universo. Y Freddie Mercury aplaude al fondo en tono de fa.

Me place imaginar todo esto, y por supuesto, describirlo con lujo de detalle imaginario, creatividad a la fuerza, como si en hacerlo se otorgara uno el placer de victoriar una batalla tensa, en oposición a un adversario mejor enterado, mejor entendido en el arte de imaginar cuadros abstractos de círculos etéreos.

Se trata, supongo, de probar la poesía de palabras echadas al párrafo como se echa un dado a la mesa, como se reparte una mano de hold’em Texas, por el gozo puro de escuchar las piezas haciendo contacto en el espacio diseñado para su juego. Gracias por atrever la atención a mi prosa sin sentimientos.
Abrahamsaucedocepeda15 de abril de 2013

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