Cuando se llevó aquel latido envuelto en un torbellino de fuego
dejándome a mí, las grises cenizas detrás,
consumiendo lo mejor, abrasando nuestra alma compartida,
nuevamente en dos partes dividida,
abandonándome con los fantasmas y las luciérnagas malditas...
pude verla siendo arrastrada por su propia sombra
y me vi atravesando su cabeza como una bala
llevándome lo bueno, contaminando sus venas con mi plomo,
salpicando el hoy y el mañana,
tiñéndolo todo de incertidumbre al decirnos "adiós".
Y la memoria se quedó de pie frente al muelle,
el horizonte se lo llevaba todo tras de sí,
el tiempo se había posado sobre nuestros rostros
y el atardecer de la conciencia se expandía
hasta la noche inerte y silenciosa.