Solo
Ante la línea del cielo,
ante esa insistente pregunta sin sombras,
ha enviado, a la deriva,
su anhelo de asirse,
su hambre de corazón, tiritando.
Pero cuando la botella arribe a otro cielo
tras atravesar tormentas
como un pez en llamas o un faro caído,
cuando se cumpla la espumosa probabilidad
y, allá lejos, en un muelle,
en el hormiguero de los hombres,
unos ojos, unas manos, lean su mensaje,
el continuará teniendo ante sí
únicamente el mismo vacío,
el mismo hueco enorme y lacerante.
Y ni mil barcos podrán sacarle de la isla,
porque la isla es el tiempo
y su piel.