MANUAL DEL MAGO CRIOLLO I.
Salí del bar para fumar. El anciano me pidió un pucho, dijo algo sobre la contemplación de las volutas, me regaló el libro y desapareció en una nube de humo de tabaco.
HADA.
La conocí en el cerro, junto a un sendero secundario.
-¿Por qué me invocaste? -preguntó.
-No creo haberlo hecho. Vi tu tronito de piedra, te imaginé y ahora estás.
-¿Tenés certeza de que estoy y no seguís imaginando?
-Te invoqué para que siembres la duda.
Sonrió y se alejó volando.
MANUAL DEL MAGO CRIOLLO II.
El volumen tenía una página suelta con un párrafo marcado con resaltador naranja:
El mate y el cigarrillo son las herramientas del mago. Tierra y agua, fuego y aire. Microcosmos: el Universo se reduce a eso. Todo lo que es, todo lo que puede ser.
LAPISLÁZULI.
A veces eran sombra, a veces eran cuerpo, a veces eran fuerza. No venían todas las noches.
Cierta vez, mientras la sombra del dragón sobrevolaba mi lecho, una voz me confió el secreto. No logré desterrar a la bestia esa noche, pero mermaron las visitas en cuanto conseguí la piedra.
MANUAL DEL MAGO CRIOLLO III.
Las arenas de nuestras playas están compuestas por sílice, generalmente en forma de cuarzo. ¿Y no es ésta uno de los materiales más usados en la construcción, presente en todas las paredes de nuestras casas? No se necesitan grandes recursos para practicar el arte, sólo hace falta tomar conciencia.
HOMÚNCULO.
Lo conocí camino al mar.
-Sé que el alma existe porque yo no tengo una -dijo.
Le ofrecí un mate y mi compañía.
MANUAL DEL MAGO CRIOLLO IV.
Si elegís con cuidado los ingredientes del puchero
cualquier cacerola hace buen caldero.
POZO DE URD.
Tuve un sueño. Había un pozo de agua en el que vivían dos majestuosos cisnes más blancos que la leche. Al verme llegar graznó el primero:
-¡Ningún mortal tiene permiso para acercarse al pozo!
-No soy un mortal -repliqué-. Soy yo.
-No lo sabíamos -se disculpó el segundo-. Acercate, saciá tu sed. Pero hay algo que tenés que saber: tan puras son las aguas de la sabiduría que convierten en blanco todo lo que tocan.
Llené el buche tanto como pude y casi al instante perdí mi color.
Por la mañana descubrí una cana en mi yo del espejo.
