Tan vertical como la lluvia, tan incisivo como el cristal de las botellas, despiadado como la suerte.
Entras allí y todos rompen a llorar pero las lágrimas se deslizan por dentro, no hay cabida a la debilidad, el silencio se ahoga entre el humo de los cigarros, las miradas se cruzan buscando respuestas sin lanzar preguntas. Echas una moneda al aire y siempre sale cruz, y nadie se extraña, el alma hace tiempo que yace desgarrada y la esperanza quedó huérfana. Todos ellos sucumbieron al error, perecieron entre los escombros que un buen día decidió dejar la vida. Qué poseen, de qué carecen, preguntas vanas, pues hace tiempo que nada es tangible. Algunos han llegado a morir en su reflejo, no por narcisistas, sino por locura, por querer recuperar su mirada en ese océano que atrapa a sus demonios interiores, y algunos llegan a pensar que lo real es lo que está al otro lado del espejo y que todo será tan efímero como ellos decidan, hasta que decidan apartar sus ojos, pero no, la tortura se define como eterna, el pasado es el lastre que lapidó a un futuro incierto y que es sostenido por un presente mugriento y fatigado.
Pero nada de esto es perceptible, al otro lado le muestran sonrisas al mundo, caras exultantes que maquillan rostros ásperos. Todos pintan la felicidad, pero pocos lo hacen por inspiración, la mayoría plagian lo que ven, lo que les han contado antes de irse a dormir, antes de cerrar los ojos, antes de regresar al otro lado, al que no se ve, al que sólo se padece.
Es uno de los textos con más fuerza que he leído últimamente en esta pagina, no se porque me da, que pronto formaras parte de este pequeño club selecto de amigo que somos y que estamos en tus textos.
Un saludo cordial.
Pol.