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Algo que Perder

Él vivía en un atasco, en mañanas infinitas plagadas de automatismos que un ser humano puede llegar a ejecutar sin ningún tipo de pasión. Levantarse. Ir al baño. Sentarse. Teclear. Revisar las letras. Volver a teclear. Su mundo se erigía sobre una hoja en blanco que gritaba de forma desesperada y asincrónica, en busca de las palabras adecuadas, esas que le permitieran salir del papel y mezclar el blanco y negro con los colores de los que se compone la vida real. El ordenador y esa diminuta barra negra intermitente, que se asemeja a un pie impaciente esperando a su cita, le ponían nervioso. Vamos, aparece, es lo que le gritaba el teclado a unas neuronas que estaban tan tristes como su mirada. Un escritor que no sabía escribir. Un éxito que no quería triunfar. Un perdedor que no sabía perder por no tener nada que añorar.
Y le hubiera gustado tener una máquina de escribir llena de polvo para poder arrojar los versos negligentes a la papelera, para hacer elegante la derrota, pero ni eso le había concedido la divinidad a la que a veces imploraba.
Y fumar. También le hubiera gustado fumar, como esos tipos desgraciados de las películas. Ponerse frente al espejo y toser como una tarde tormentosa de otoño, pero no. Era un escritor frustrado del siglo XXI. Un hombre a medio camino entre dos esquinas, la que se tuerce para no volver y la que nunca logras alcanzar para dar la vuelta y volver al principio. Un cualquiera cuyo móvil vibraba a media tarde para anunciar que una conversación de lo más banal ha dado su siguiente paso.
Y sus tardes. Sus tardes se resumían en una tapa de aceitunas junto a una cerveza burbujeante apoyada en una grasienta barra de bar de algún profundo lugar de este país. Y bebía, sin gracia, por supuesto. Esperando que el alcohol se convirtiera en una fuente de inspiración o en una dosis de sueño plomizo. Y hablaba. Tenía amigos, incluso, ¿y qué? El problema estaba bajo sus párpados, tras el telón. Al volver a casa la luna seguía ahí y la barra intermitente reía y reía. ¿Cuándo vas a escribir algo a la altura de este majestuoso planeta, idiota? ¿Cuándo demostrarás realmente que eres escritor y no sólo un tipo que cose unas letras a otras como quien pone un parche de esos que joden la armonía de una prenda?
Y ella. Llegó ella. Como cualquier otro u otra podrían haber llegado. Pero llegó ella. De ojos verdes. Puso todo a latir. A bailar. La barrita intermitente no tuvo respiro, los dedos corrían ágiles por el teclado. Y bebieron cerveza juntos, y de repente aquella grasienta barra de bar se volvió sofisticada y la máquina de escribir comenzó a resonar en su cabeza. Se abrieron las ventanas y entró la luz. Y la nombró musa. Autora indirecta de todo esto. Se quitó la venda, añadió los contrastes y fue entonces cuando alcanzó la derrota elegante, la que supondría volver a aquella grasienta barra tras haberla perdido. Recordando sus besos. Amando estas letras punzantes que son ya un recuerdo devastador.
Adrielegance16 de octubre de 2017

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4 Comentarios

  • Mujerdistinguida

    Polaris siempre habla muy bien de ti, dice que eres uno de los mejores escritores de esta página, y yo estoy de acuerdo con él, tienes un don mágico para las palabras, sigue escribiendo, aunque solo sea por egoísmo, escribe por favor.

    18/10/17 12:10

  • Adrielegance

    Muchas gracias por tu comentario. Es de agradecer que os fijéis en mis textos y os hagan sentir algo. Intentaré no dejarlo nunca. Gracias por tu apoyo y tus palabras.

    Un abrazo.

    18/10/17 08:10

  • Gaviotaherida

    No lo hagas, naciste para ello.

    18/10/17 09:10

  • Adrielegance

    Muchas gracias por el apoyo. Se sonroja uno al oír estas cosas.

    Un abrazo.

    19/10/17 06:10

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