Ya no te padezco, no sufro por tus lejanos labios. El tiempo es el mejor compañero de viaje, he intentado que tus recuerdos se evaporen de mi mente, pero nuestro destino compartido me obliga a conformarme con pensar que te he olvidado.
Ahora un nuevo camino se abre ante mí, una época posterior a tus ojos, un período de egocentrismo puro y duro, una historia en la que el protagonista lleva mi nombre.
Nuevos rumbos he tomado, con sabor agridulce, como una tarde de verano sin sol, como una noche con luna pero sin estrellas
me falta el brillo, la luz que iluminaba mis días grises.
Me he dado cuenta de que no hace falta que una herida se cierre para considerarla curada, puedes aprender a convivir con ella, llega un momento en el que deja de doler y es simplemente algo que permanece ahí, presente pero indolente.
Y he de reconocer que no fui capaz de vislumbrar esa fina línea que separa lo sutil de lo brusco, no supe jugar las cartas y me quede con las manos vacías.
Jugar con fuego conlleva el riesgo de quemarse, pero me dio igual.
El verano sigue su curso y yo cada vez más fuerte, menos vulnerable
alimentándome de recuerdos intermitentes.
Mi querido amigo ya llegara otra luz dispuesta a brindarte nuevas primaveras llenas de sol y eternas noches llenas de estrellas brillantes, en la vida todo llega y todo pasa y el dolor solo debe quedar plasmado en un papel. No todos los seres humanos brindamos egoísmo.
Un beso y un abrazo que te acompañe en la distancia