Tras los focos luminosos del centro de la ciudad, se esconden calles oscuras, fras, empapadas de ausencia, donde el alcohol es el remedio y el recuerdo la enfermedad, y all no doblan las esquinas. No. Doblan las campanas por la conciencia, que yace desamparada en el nico rincn potable de la noche. Y bailan los pasos al son de las aceras, glidas, taciturnas miran sin pudor cada olvido de la luna y qu haces t, dejarle el resto a tus labios, a tu mirada sin rumbo, la razn corri las cortinas y el humo baj las persianas. Y todo da vueltas, a excepcin de tu vida, que permanece inmutable, sentadita donde la dejaste, sin prisa por levantarse, esperando una respuesta, a por qu regalaste las rosas ms bellas a la ms punzante de las espinas, por qu no pudiste ver con los ojos abiertos y ves ahora tenindolos morados, por qu no paraste de correr hasta tropezar, por qu por qu nuestro taln de Aquiles no es amar, sino su irremediable final.