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El Plan.

El estrés me estaba matando, había sido el semestre más difícil que había cursado en toda mi vida, durante los últimos meses no había tiempo de nada más que tareas y estudio, se estaba volviendo insoportable.

— Después de la tormenta viene la calma, Julián. — decía mi madre con la intención de animarme y, a decir verdad, tenía toda la razón pues en unas horas más sería mi cumpleaños número 18, esperaba que ese día pudiera olvidarme un rato de este calvario.


— Ojalá tu regalo me devuelva la sonrisa, mamá.

— ¿Acaso no lo hace cada año?

— Si, pero este año me siento realmente deprimido — dije con tono de poca esperanza.

— En un rato más serás un adulto, deberías estar feliz.

— ¡Culpo a Chávez! — dije sin tener mucho en cuenta las palabras de mi madre, tomé mi mochila y me fui a vivir un día más de horrenda escuela, las clases eran duras como siempre, pero me aterraba sobremanera llegar a las 6:00 p.m. pues era momento de historia universal, la materia de mayor responsabilidad por mi terrible estado de ánimo, junto con el maestro que la impartía.

— Señor Quintero, ¿cuándo se declaró la independencia de Senegal? — me preguntó el profesor Chávez.

— ¿El 4 de abril? — respondí dubitativamente.

— Un error común, como comunes son las ratas en una gran ciudad. Si bien el 4 de abril se celebra la independencia en Senegal, la declaración oficial fue el 20 de junio ¿de qué año, señor Arias? — esta vez le preguntó a mi mejor amigo, Rubén.

— Mil ochocientos...

— No, 1960, señor Arias. — interrumpió el profesor — ¿Acaso hablo en armenio? Lo dije hace 3 semanas, ¿tienen la memoria de un pez?

A nadie nos agradaba el profesor Chávez, era un hombre viejo pero conservado, con un carácter hosco y amargado y un humor tan negro y rojo como los colores del peculiar saco que usaba a diario, tendía a insultar a las personas sin el menor recelo y, como maestro, era tan estricto y duro que a veces parecía más un sociópata que disfrutaba del dolor y la humillación ajena. Aunque no estaba seguro de odiarlo tanto como lo empecé a odiar cuando dio aquel terrible aviso.

— Al parecer todos tienen su mente demasiado ocupada para poner atención a mis lecciones, espero que sea eso pues, de lo contrario, nuestro mundo estará condenado el día que personas tan idiotas como ustedes lleguen a gobernarlo.

— No somos ningunos idiotas, profesor. — aseguró una de mis compañeras.

— Entonces demuéstrenlo, mañana tendremos examen y de ahí dependerá el 50% de su calificación final, también decidirá de una vez por todas si ustedes son idiotas o no. — se rió de una forma discreta pero que fue comparable a recibir una patada en los testículos con botas de casquillo.

La campana sonó y el profesor salió rápidamente del salón, tomé mis cosas y caminé por el pasillo pensando en el amargo rato que acababa de pasar, Rubén me alcanzó y me dijo:

— Examen el mañana ¿he?

— Lo sé, pudo haber escogido cualquier otro día pero tuvo que ser en mi cumpleaños, ¿lo puedes creer? me parece absurda mi mala suerte.

— Si ese malnacido de Chávez no fuera un ogro que sólo piensa en sí mismo, creería que lo hizo a propósito, para joderte. — dijo una voz femenina, era Eva, otra de mis amigas más cercanas que se había unido a nuestra conversación.

— Ese imbécil merece que alguien le dé una lección, ¿no crees Julián? — el comentario de Rubén me pareció extrañamente confortable.

— ¿Y si fuéramos nosotros quienes se la diéramos? — comenté con complicidad.

— ¿De qué hablas? — carcajeó — ¿le ponchamos las llantas de su auto? o podríamos arrojarle tinta a su horrendo saco, parece que jamás se lo quita así que seguramente es algo muy preciado para él.

— No, eso sólo lo enfurecería más y terminará reprobando a todos sólo como berrinche. — dijo Eva con justa razón.

— Tiene razón, la hierba mala sólo muere cuando se le corta de raíz — mis amigos me miraron extrañados, yo sólo atiné a sonreír y preguntar — ¿Qué tanto detestas a Chávez, Eva? — mi amiga se notó sorprendida, pero luego de un par de segundos respondió.

— Bueno, se puede decir que más que a un cólico.

— ¿Y tú Rubén?

— Más que... no lo sé, lo odio de verdad.

— Debo irme, mañana los veré por aquí temprano. — me despedí de ellos de forma tosca y me eché a correr.

— ¿A dónde vas? ¡Aún nos restan tres clases! — escuche gritar a Eva, pero ni siquiera voltee, necesitaba llegar con urgencia a mi casa.

Al llegar, mi madre dijo — ¿Saliste temprano, hijo?

— Si, no tuve las últimas clases. — respondí apresuradamente y seguí mi camino.

Llegué agitado a mi habitación, tomé pluma y papel para empezar a tramar un oscuro plan: Asesinar al profesor Chávez. No sé si eran las hormonas de la mayoría de edad o simplemente el rencor que sentía hacia él por haberme arruinado mi cumpleaños, pero las ideas surgieron y surgieron y surgieron, sólo que había un detalle, todo el plan requería efectivo y, desafortunadamente, mis amigos y yo carecíamos de eso. De repente, mi madre entró sin avisar.

— ¡Feliz cumpleaños mi amor! — me perdí tanto escribiendo que me olvidé de la hora y ya era media noche.

— Gracias madre, de verdad muchas gracias.

— Vaya, veo que estás estudiando, excelente manera de empezar tu cumpleaños.

— Si, algo así. — le dije a mi mamá, al mismo tiempo que tomaba mi libreta y la arrojaba a la cama — pero, honestamente estoy cansado, creo que lo dejaré para mañana. ¿Dónde está mi regalo? necesito una buena noticia ahora mismo.

— ¡Aquí tienes! — dijo emocionada mientras me daba un sobre que, al abrirlo, dibujó en mi rostro una enorme sonrisa, era una copia de la tarjeta de crédito de mamá — Ahora que eres todo un adulto, te doy total confianza de utilizar mi tarjeta, sé que me vas a demostrar cuan responsable eres y me harás sentir muy orgullosa.

— Gracias mamá, es genial, en serio. — era un regalo excelente, y sobretodo oportuno. Ahora podría comprar todo lo necesario para desarrollar el plan y librarme de una vez por todas de ese odioso profesor.

— Que bueno que te gustó, cielo. Ahora deberías dormir un poco pues mañana será un gran día.

— Eso espero mamá, eso espero. — mi madre me dio un fuerte abrazo y un beso en la frente.

— Lo será. — dijo con confianza antes de salir de mi habitación.

Aquella noche tuve sueños extraños en los que el plan de asesinar a Chávez salía mal y terminaba en la cárcel, lo más doloroso de todo era ver a mi madre desgarrada afuera de mi celda mientras gritaba a todo pulmón que me desconocía como su hijo, ¿Valdría la pena arriesgar el amor de mi madre por un impulso asesino hacia el sujeto que más desagrado había despertado en mi?, en ese momento, la respuesta era: SI.

Al día siguiente mi madre me llevó el desayuno a la cama, pasé toda la mañana atendiendo el teléfono para recibir las felicitaciones de mis parientes y amigos — ¡Eres todo un hombre! — decían algunos, — Ahora puedes entrar a los antros sin problema — celebraban otros, recibí muchas felicitaciones y, sin embargo, mi mente seguía ocupada y obsesionada con asesinar a mi maestro, llegó la hora de ir a la escuela, me despedí de mi madre y tomé el transporte público. Al llegar, me encontré con Eva y Rubén.

— ¡Felicidades hermano! — dijo Rubén, al mismo tiempo que me daba un puñetazo en el brazo y me levantaba con un fuerte abrazo.

— Quería felicitarte en la noche, pero no estabas en línea, felicidades Julián — fueron las palabras de Eva que me abrazó y me besó en la mejilla. — ahora que eres adulto puedes comprarnos cervezas.

— ¿De qué hablas, Eva? serás un adulto en un par de meses, por Dios — espetó Rubén.

— Concéntrense por favor, amigos. — mi tono fue tan duro que se sorprendieron — Aquí está la razón por la que me fui apresurado ayer y por la que ni siquiera me acerqué a la computadora — les dije mientras les mostraba la libreta donde había escrito aquel brillante plan.

— ¿Estás loco? — la primera en expresar su opinión fue Eva. — No puedes matar a Chávez, ¿qué demonios te pasa? — dijo en voz baja y mirando a su alrededor.

— Creí que habías dicho que lo odiabas — respondí.

— Si, ¡Pero es algo muy distinto a querer asesinarlo! ¿En dónde tienes tu cabeza?

— Por Dios hermano, este plan es asombroso, estás realmente enfermo. — dijo entre risas Rubén — Pero hay muchas cosas que no son fáciles de conseguir, parece que el genio diabólico resultó un tonto para la cuestión de logística.

— ¡Cierra la boca imbécil! — dije sonriendo al mismo tiempo que le mostraba el regalo de mi madre — Ahora tengo acceso total al efectivo de mamá, no tardaríamos más de dos horas para encontrar lo de la lista, podríamos presentar el examen de Chávez esta tarde y ejecutar el plan al terminar, cuando él salga de la escuela.

— ¡Bah! ¿Qué importa? Hagámoslo, si nos descubren al menos pasaremos a la historia de esta escuela por haber hecho algo.

— Así se habla maricón. — felicité a Rubén luego de aceptar ser parte del plan.

— No, no, no. Estás loco Julián, yo no seré parte de esto. — dijo asustada Eva.

— ¿Vas a delatarnos?

— No.

— Entonces eso te vuelve cómplice también, por primera vez en tu vida deja de ser una niña y hagámoslo — acorralé a Eva de modo que no pudo negarse.

No tomamos clases aquel día, fuimos de compras. Conseguir todo lo de la lista era realmente complicado pero después de un rato no nos faltaba nada. Regresamos a la escuela y dejamos guardado el material en la cajuela del auto de Eva, fue idea mía, así la involucraríamos más en el plan y no podría acobardarse.

Faltaban una hora y media para el examen de Chávez, así que nos reunimos en una zona alejada del patio de la escuela y empezamos a analizar el plan, era tan perfecto, era una obra de arte, tanto Eva como Rubén parecían admirados y, al mismo tiempo, asustados.

— Rubén tiene razón, estás enfermo. — me dijo Eva.

Llegamos al punto crítico del plan, ¿Quién le daría el golpe final a Chávez?

— Hermano, ¡Déjame hacerlo por favor! Ese patán me ha hecho la vida imposible durante meses, permíteme hacerle pasar el peor momento de su vida, osea su muerte. — Rubén nunca fue un tipo brillante, pero parecía embriagado de emoción por el plan maestro que había realizado, de verdad era tan magnífico que ni yo me lo creía.

— Oye amigo, a mí también me debe muchas, así que tu argumento no es válido. Yo hice este plan y yo le daré el golpe final. — declaré sin tapujos.

— ¡NO! — gritó Eva — Ese sujeto me ha hecho pasar los peores momentos de mi vida por mucho tiempo, me ha hecho sentir como una bola de excremento en el piso, como una retardada mental, como un animal, sin embargo mi madre me ha enseñado a perdonar — no me gustaba el tono de voz de Eva, se estaba acobardando — y para demostrarle mi perdón, quiero ser yo quien termine su sufrimiento y agonía luego de todas las torturas que le haremos pasar según el plan.

Solté una carcajada de emoción y le di un beso a Eva — ¡Así se habla! Está decidido, lo siento Rubén, pero Eva será quien culmine este trabajo.

— Ni hablar. — dijo Rubén con resignación.

Afinamos los últimos detalles, todo era perfecto, los tres estábamos llenos de adrenalina y completamente decididos. La hora llegó, todos mis compañeros estaban sentados en perfecto orden esperando al terrible examen del profesor Chávez, la puerta se abrió lentamente y, para nuestra sorpresa, quien entró fue el prefecto Mendoza.

— Jóvenes, el profesor Chávez acaba de irse, tuvo una emergencia que no podía esperar y salió una hora antes de lo que marca su horario, sin embargo me dejó el examen que tenía preparado para ustedes, así que escriban.

Mis amigos y yo nos miramos con incredulidad, ese bastardo había escapado sin querer de mi hermoso plan y, no conforme con eso, nos aplicaría examen de cualquier manera. Me levanté del asiento dispuesto a salir del salón, si se acababa de ir podría alcanzarlo y llevar a cabo el plan, Rubén entendió la situación y se levantó también.

— ¡Tomen asiento por favor! — la voz del prefecto resonó en el salón, miré a Rubén, miré al prefecto y miré a todos mis compañeros que me observaban con atención, finalmente giré la cabeza hacia Eva que, con semblante de desilusión movió la cabeza y se agachó. Regresé a mi asiento y Rubén hizo lo propio, el prefecto nos aplicó un examen muy difícil, algo típico del maldito Chávez. Al terminar, salí del salón aún con la furia fresca en mi corazón, ni siquiera esperé a mis amigos, tomé un taxi y llegué a casa.

— ¿Otra vez temprano, amor?

Caminé hacia mi cuarto aguantando el llanto y haciendo caso omiso de las palabras de mi madre al verme llegar, me arrojé sobre mi cama y empecé a llorar. — El plan era perfecto, no podía fallar y ese imbécil se libró, ¡Se escapó! — abracé mi almohada con fuerza y dejé salir todo el coraje en forma de lágrimas, entonces mi madre entró en mi habitación, con una gran bolsa de ropa sucia.

— ¿Qué sucede hijo?

— Nada mamá, nada.

— Nadie llora por nada, dime ¿Por qué estás llorando?

— Estupideces de adolescente mamá, parece que aún no soy un adulto, debiste pensarte mejor tu regalo de cumpleaños. — le dije al mismo tiempo que imaginaba la cara que pondría a fin de mes cuando viera los gastos que había hecho con su tarjeta.

— No creo haberme equivocado con tu regalo hijo y, a decir verdad, te mentí anoche; la tarjeta de crédito sólo fue un despiste para sorprenderte y alegrarte aún más con tu verdadero regalo, ¡Mira! — dijo mi madre con ternura y emoción mientras abría la bolsa de ropa que traía consigo, no era ropa lo que tenía, al principio me sorprendí bastante pues todo estaba desfigurado, sin embargo, mi tristeza desapareció y mis lágrimas se hicieron de felicidad al ver entre todos esos restos humanos un peculiar saco color negro y rojo.
Aeron21 de mayo de 2012

2 Comentarios

  • Katerina

    Me eh convertido en su fiel seguidora, este texto me dejó la piel chinita, esta muy bien narrado, felicitaciones :)

    22/05/12 07:05

  • Katerina

    Aeron cuando piensas publicar, joder amigo, tienes tantas historias perfectas y no las compartes :(

    28/07/12 08:07

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