El tiempo. Ese elemento extraño y misterioso que a veces llega a ser tan cruel.
Cuando eres pequeño crees que tienes por delante todo el tiempo del mundo. Y los días son meses y los meses son años.
Cuando creces te das cuenta que no posees el tiempo, que se escapa de tus manos como si fuera arena de la playa A veces rápido, otras lento; pero siempre al mismo ritmo.
Y quieres retenerlo, vivirlo todo antes de que toda la arena se escurra entre tus dedos.
Los años son meses, las semanas días y los días segundos.
Llega el momento, o no, en el que te das cuenta de que no podrás retener esos granos de arena que caen al suelo, por mucho que aprietes tus manos. Entonces y solo entonces es cuando aprendes a disfrutar de cada instante, cada sensación.
La mayor alegría que puede tener un hombre es sonreír por lo que ha vivido cuando está a punto de morir, y sentirse satisfecho por ello.
Todos somos títeres del tiempo, adaptándonos a su caprichoso juego. Pero tan solo de nosotros depende cómo asimilarlo.