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El Hombre de la Bolsa


La impaciencia y otras consecuencias del instante inseguro, los caminos raídos y los dolores entre los trayectos ya recorridos, el pasado y esas cosas que se hacen parte de lo actual. Nosotros y el resto del vino, la gente que necesita arneses y los que miran solo por sentirse comprometidos.
Malditos. Como una palabra, sin maldiciones no tiene sentido, los huesos del cráneo en estado reducido y las manos agarrando las venas. Mientras la piel sigue encima. Encima de todo, siendo la única superficie visible ante los ojos y lo que deja la sensación, el estado incomprensible, sobras de lo que se necesita, bolsas de presencia audible y los gritos que esgrimen lo tangible.
Dos niños y un ser perverso, solo los pares, sangre, gritos, dientes y entre las uñas algunos cabellos, nueve dedos pequeños en dos manos nuevas para comenzar todo lo que a de ausentarse, en la primer bolsa del mismo lugar.
Ale15 de enero de 2008

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