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Querido Diario:

Querido diario:

Tengo una sensación extraña. Bueno. Extraña no. Es una sensación que estaba en el olvido. Hacía mucho que no aparecía. Y un día así, sin más, apareció de nuevo. Lo conocí hace dos meses. Le habré visto un par de veces desde entonces, y hablado con él, unas cuantas más. Él tenía su vida y yo la mía. Pero como leí hace poco: “Cada vez que conoces a alguien, tu vida cambia y, tanto si te gusta como si no, nosotros nos hemos encontrado; yo he entrado en tu vida y tú en la mía.”.

Y así fue. Sus ojos. Su pelo rizado. Aquella sonrisa que hace que lo mires más de cinco segundos cometiendo el riesgo de caer en la tentación de besarle. El ponerse nerviosa cuando lo vas a ver. Era algo que no me sucedía hace mucho. Era una sensación bonita. Inocente. Como la que se tiene con el primer novio. Que te sientes torpe. Porque no sabes que hacer. Porque su mirada te atrapa. Y no deja que escapes.

Porque no hacen falta palabras. Si no un simple abrazo. Que te apriete contra él unos instantes. Que te coja de la cintura. Que te acaricie la mano y recorra el brazo haciendo aparecer un escalofrío que llega a la punta del pie. “Hacía mucho tiempo que no estaba así de a gusto con alguien” - dijo. Como para dejar claro lo que ya se daba por hecho.

Y entonces una mirada que dura más de la cuenta. Un acercamiento lento. Silencioso. Unos labios que se rozan. Que permanecen quietos. Que se besan. Con ganas. Y que finalmente sonríen.
Alegriia03 de mayo de 2015

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