TusTextos

Acto de Conciencia

A veces me despisto como se despistan los espectros cuando se acuestan sobre las manos de la luna o las piedras centenarias de los camposantos, y enseguida aparezco en un lugar que nada tiene que ver con el territorio establecido, con las normas ridículas que nos impone esta sociedad cada vez más empobrecida y colmada de falsos profetas. Hay ocasiones en que visualizo mi pasado y recojo todo lo bueno y todo lo malo. Asimilo pacientemente el sonido sangrante de los cristales rotos y mastico con ansias de hombre lobo los malditos errores cometidos. También me fijo en lo positivo, en lo bueno que llevé a cabo y que siempre es poco o insuficiente. Conjeturo que esta catarsis, este purgante interior que agita bilis y bonanzas momentáneas, pudiera llamarse “despertar de la conciencia” o “estudio íntegro de momentos vividos”. Innegablemente a la sociedad actual le haría falta realizar un repaso de los actos consumados, de las omisiones que han costado “muertos vivientes”, del egoísmo que raja sin contemplaciones la esperanza necesaria para continuar creando una ciudadanía cimentada en el bienestar auténtico, dejando la hipocresía y la doble moral a un lado, elementos que nos han llevado a vegetar y sollozar en los fustigadores tiempos presentes. Aclara Silvio Pellico, poeta y escritor italiano, sobre el arduo tema de la conciencia: “La conciencia del hombre no halla descanso más que con la verdad. El que miente, aunque no sea descubierto, tiene el castigo en sí mismo; siente que traiciona un deber y que se degrada”. Y la amplia mayoría de individuos no ha realizado una limpieza de conciencia, aunque esto no significa que no lo vayan a hacer a consecuencia de las dificultades que atravesamos en términos económicos y morales. Está en nuestras manos el cambio para mejor; es costoso, es una ardua tarea el comenzar de nuevo y colocar las cosas en el lugar adecuado para que los pilares que sujetan a las sociedades puedan hallarse en equilibrio. Hemos dejado que unos pocos hombres y mujeres fuesen degradando a la ciudadanía, hemos consentido que la corrupción fuese moneda de cambio veraz, hemos cuidado únicamente de nuestro ego, sin tener en cuenta que cuando sólo nos mantenemos a nosotros mismos, olvidándonos de las personas con las que coexistimos, estamos firmando un tratado pernicioso que tarde o temprano acabará derrumbando nuestro propio bienestar. Ya que, tal y como nos dice Maximilian Robespierre: “Los países libres son aquellos en los que son respetados los derechos del hombre y donde las leyes, por consiguiente, son justas”.
Alexandervortice22 de febrero de 2011

Más de Alexandervortice

Chat