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Aunque El FrÍo Queme

Las borrascas iban y venían movidas por las manos fibrosas de las potestades, y el verso ágil se propagaba como si fuese el agraciado sentimiento de una dama seducida por los encantos de suponer un mañana mejor, un futuro donde las ilegalidades fueran historietas y no una realidad palpable. Entonces el verso -inocente y audaz- resolvió asentarse frente a las noticas de ayer: "La policía alemana desaloja a patadas a los activistas que pararon el tren radioactivo". "Nueva matanza con coche bomba en la ciudad sagrada de los chiíes en Irak". "Marruecos desmantela por la fuerza el campamento de protesta en El Aaiún". Así es que el verso se desanimó e, irrevocablemente, giró sus ojos hacia el despeñadero de todos los días, hacia la sin razón de las periódicas deslealtades. Se mostró duramente alicaído, como una copa de cristal entre los dedos de un recién nacido; y enseguida Mario Benedetti murmuró a los vientos mediante la chispa de saberse un ser consecuente: "No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda, y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños. Porque la vida es tuya y tuyo también es el deseo de prosperar en plural, porque cada día es un comienzo nuevo, porque esta es la hora y el mejor momento". Mario, tus vocablos son pasión de vida, de esperanza, son viento a favor en tiempos de cólera poco o nada domesticado. Memorable poeta, tú le das sentido al sin sentido del verso que cae, que se nota magullado ante las noticias brutales del día a día. Porque es imprescindible hacer antesala, aunque la esperanza se vea frustrada, pues la misma esperanza constituye un bienestar completamente necesario, y sus fracasos, por frecuentes que sean, son menos espantosos que su extinción. La esperanza puede ser poesía, o un saludo temprano, con sonrisa liviana y guiño tranquilo. La esperanza es eso que nos mantiene en pie, que nos permite jadear pese a las arbitrariedades y los egocentristas que ambicionan de todas las maneras posibles desnaturalizar al pueblo para conseguir un Poder absolutamente transitorio. Puede que el verso se encuentre casi muerto, con las alas rotas y el corazón estrangulado, sin rima ni compás, sin ritmo que le aliente a continuar solicitando rectitud y equidad. Pero las palabras siempre han sido fuertes, y las obras, las buenas obras, por muy escuetas que sean, dejan una huella más penetrante que las que no lo son. Por tanto, aunque el frío queme, tal y como decía Lao-tsé: “Si practicas la equidad, aunque mueras no perecerás”. Así sea.
Alexandervortice08 de noviembre de 2010

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