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Bienestar Del Estado

Poseer un «tic tac» en el corazón no es tarea fácil cuando los necesarios recortes ya han afectado a la tela de tus calzones. Los Mercados –legítimos regentes de los Gobiernos democráticos- señalan que todo recorte es poco, al tiempo que la desazón ciudadana se enfurece, así como lo hace el ensangrentado toro un microsegundo antes de lanzar por los aires al banderillero. «En este mundo, ninguna cosa es cierta salvo la muerte y los impuestos», aseguraba Benjamin Franklin. He de suponer que vincular la muerte con los impuestos no es algo tan descabellado, sobre todo en estos tiempos de pan para todos y salchichón sólo para unos cuantos privilegiados (gentes trajeadas, con cabello negro engominado y tarjeta Visa Platino con la que abrillantan su destino). Igualmente sobre este tema habla Juan Pina al indicar que «el llamado «Estado del bienestar» se ha convertido, en realidad, en el «bienestar del Estado». El Estado despilfarra millones en todo tipo de actividades que no le son propias, y contrata en nuestro nombre a millones de empleados que no nos hacen falta. Para ello nos exige pagarle en forma de impuestos un porcentaje enorme de la riqueza que producimos mediante nuestro trabajo o negocios». Por consiguiente, si esto fuera cierto, el «tic tac» de nuestros alelados corazones pudiera acelerarse, es decir, perturbarse en demasía al saberse engañado por un Estado que no da tanto como nos hace creer. Así es que, sobre el asunto de los impuestos y el bienestar virtual, el filósofo británico William Taylor aclara: «Los impuestos no solamente nos empobrecen (quitándonos una parte sustancial del producto de nuestro esfuerzo). También nos hacen menos libres, ya que son el mecanismo que el Estado emplea para hacernos consumir esto y no aquello o comportarnos económicamente de una u otra manera. Gravando y desgravando a su antojo, el Estado nos induce a actuar como él cree conveniente. Así, los impuestos nos convierten en marionetas del ministro de Hacienda». Entonces, ¿pudiera ser que no importen tanto las ideologías que nos gobiernen, sino el color y el peso del dinero que vamos subministrando primeramente al Estado y, acto siguiente, a los fantasmagóricos Mercados? ¿Es posible que la crisis económica no sea más que una especie de «purga» en la que se estén «equilibrando» las jerarquías sociales? Yo no lo sé. Lo cierto es que sobre este tema existen muchas preguntas y muy pocas respuestas veraces, muchas personas agobiadas por un trance difícil de entender y muy dificultoso a la hora de exponerlo ante la opinión pública. Pero eso no significa que algunos todavía nos preguntemos en qué momento fueron exterminados los ideales por la decisiva autoridad de los Mercados.
Alexandervortice17 de abril de 2012

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