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El EngaÑo


Toda sociedad que se precie –al parecer- tiene que pasar por una crisis económica y moral, un estado deprimente del cual se tardan años en salir. Es entonces cuando los “profetas salva tierras” aparecen con suma fuerza afirmando a golpe de martillo extraviado que si no hacemos lo que ellos dicen la cosa irá a peor. Suelen ser personajes enaltecidos por su propio ego, con sonrisa sempiterna y poncho confeccionado con hilo de cáñamo. Algunos de estos tipos son los primeros en aparecer en las manifestaciones contra lo que sea, con chaqueta de pana, barba de tres días y rostro plenamente indignado. Después, pasado el trance de la increpación, buscan una terracilla donde poder tomarse un vino, al tiempo que se acicalan los pelos de la barba haraposa y los billetes adquiridos gracias a dicha manifestación. Son personas maliciosas e hipócritas que se sirven de la bandera libertaria para adquirir, mediante la treta, el vil metal. Algo parecido hacen algunos Gobiernos de turno cuando no les interesa que la ciudadanía se inquiete en demasía: metérnosla doblada, pero de manera que sintamos placidez, sin percatarnos de que las cosas van de mal a peor, por no decir fatal. Es una alienación jugosa y gustosa: mantener al pueblo templado y relajado para que “los poderes” puedan realizar sus artimañas sin que se note, inclusive y si es posible, quedando bien con las personas más desfavorecidas, que a fin de cuentas son las que acaban pagando los platos rotos. Pudiéramos decir que el engaño va de la mano de la involución, y en tiempos convulsos, éste reaparece sin reparos y con suma fuerza en los tres aspectos principales del ser humano: el laboral, el ocioso y el sentimental. He de suponer que estamos siendo engañados de todas las formas posibles, sin fingimientos y a lo loco, para que una minoría de personajes puedan vivir en plenitud. Por suerte, el pueblo sencillo va despertado del letargo de la trampa para solicitar explicaciones sobre la nefasta situación que estamos atravesando, al tiempo que otros aprovechan las circunstancias para sacar tajada a pecho descubierto (a río revuelto ganancia de “pecadores”). Lamentablemente, si el engaño continúa impune por algún lado acabará estallando la irritación, ya que el peso de la perversidad no puede ser sostenido durante mucho tiempo por una ciudadanía que se ve más y más amilanada; aunque, tal y como afirmaba Hermann Hesse: “Algo más, algo menos, mi querido muchacho, las voces de los hombres son todas un engaño; sólo somos honestos cuando niños, y ya después en el sepulcro”.
Alexandervortice25 de septiembre de 2012

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