TusTextos

Escribo, Luego Existo

Suben y bajan los argumentos que no exponemos por temor al qué dirán, al desabrigo social o simplemente por motivos de desidia. La máquina de escribir suda tinta y sangre vaporosa, inclina lentamente sombras de historias vegetadas y maltratadas por el símbolo corroído de una urbe que aniquila a los poetas a base de corchetes realistas, refrescos sin gas y promesas incumplidas. Inexorablemente y casi sin complejos se sumergen las estaciones de los años vividos en rincones insospechados al tiempo que la rutina deja de ser una cosa pesada y ruin, para convertirse en una manera bastante noble de afrontar el futuro inmediato. Un "tac, tac, tac…" invariable le otorga fuerza al escrito y al sentimiento que se intenta mostrar a base de tinta china y círculos de metáforas más o menos reflexivas. Suben y bajan las artimañas del que se dice escritor al tiempo que el sol y la corriente ordinaria sospechan que el universo es hueco por dentro y arenoso por fuera -arenillas a las que nosotros llamamos estrellas-.

"No vale la pena el no hacerlo porque siempre vale la pena hacerlo", se dice a sí mismo la explicación que ahora desea brotar con fuerza sobre el folio en blanco cual disyuntiva que manosea insistentemente el cuerpo lesionado de un día más sin sospechar que casi todo lo vulgar es perecedero, así como el grito que falleció entre las rocas de la eternidad y/o las voces puramente celestes. A través del tiempo surgimos y en el momento en que los segundos se hacen notar como cuerdas azules ciertamente sofisticadas, llegamos a la conclusión de que el ritmo de la vida es una especie de principio que nos lleva hacia la interrogante del inevitable final. A través del tiempo los giros son permanentes y la rutina un simulacro de incertezas; cabe la posibilidad de la derrota total y la satisfacción de la victoria momentánea.

Escribir es una tumba abierta que produce un daño virtuoso y vitalmente necesario que nos asegura que estamos y que, por tanto, existimos. Un gran número de escritores seducen, galopan, enseñan los naipes y los esconden, tiran de muletillas y rellenan hojas de papel en blanco cual doctor firmando recetas. Al verdadero escritor, al que nació con la tinta como sangre y la emoción como garra inquebrantable, le duele la injusticia, la tilde social malherida y el sufrimiento ajeno, tanto sea de un personaje inventado como de un ser humano ávido de paz y tranquilidad.

El buen escritor garabatea todo tipo de sentimientos sin esperar nada a cambio. Él es ese que no ve "el reconocimiento" como una meta irreversible, ya que su ánimo hace tiempo que ha resuelto mostrarse como algo ciertamente suicida que vive por escribir y que escribe porque vive. Yo, y con el permiso de los lectores, al caso sólo diré lo mismo que apuntó en su día el bueno de Paul Auster: "Para mí, escribir no es una cuestión de libre albedrío, es un acto de supervivencia". Sin más ni más.
Alexandervortice24 de agosto de 2013

4 Comentarios

  • Neogrekosay2012

    Más allá de toda reflexión, está lo que somos capaces de expresar con honestidad, con rigor, con ese sentido de "libre albedrío". El texto es la presencia real de su propia existencia. Quienes escribimos somos: ejecutores de un proceso creativo/neurológico. Es extraordinario, que el propio texto tenga vida propia, no sucumba a crítica alguna y persiga una sola idea: ser una muestra de libertad. Un gran saludo y gracias.

    24/08/13 08:08

  • Neogrekosay2012

    Uno de los mejores textos que he leído este verano en Tus Textos. Gracias.

    24/08/13 09:08

  • Sinchan

    Muy buen texto y reflexión muy acertada. Escribir te hacer sentir vivo por encima de todo.

    Un beso
    Lis

    24/08/13 10:08

  • Alexandervortice

    Muchas gracias a vosotros. Un honor para mí que os haya gustado.
    Saludos.

    A. Vórtice

    25/08/13 12:08

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