En el carrusel coloreado por los definitivos minutos no hay circunstancias antagonistas ni notas musicales que pudiesen ser golpeadas por los ojos del corazón impío. Ciertamente, en soledad nos desarrollamos, a solas nos sentimos encallados, a veces presuntuosos, como una tormenta que anhela mostrar sol gentil y ecuanimidad plena. No siempre podemos presagiar el futuro de las personas que nos rodean, mucho menos el nuestro. A algunos insurrectos nos encantaría adentrarnos en el espíritu de las gentes cordiales y golpeadas por las injusticias presentes del día a día. En los bosques de la última exhalación vital los murciélagos maquinan junto con los buitres la manera de apoderarse de este mundo venido a menos a causa de la vanidad, el egocentrismo y el relativismo que no cree ni en sí mismo. Hay niebla espesa afuera y acontecimientos para variar- favorables más allá de lo establecido. Existe un tic-tac que se muestra insistente y grácil, como un día colmado por el maná del cielo, por las manos de los niños que no saben, por el momento, en qué consiste la manoseada e importuna madurez. Cuando me incorporo al movimiento del carrusel de los últimos minutos no importa tanto quién soy, ni qué seré, o qué hice por ellos: ésos que evalúan tus actos como si tuvieran tanta importancia como para crucificarte a base de palabras discordantes y atisbos sangrientos con hedor a libertinaje impacientado. Cuando le echo un vistazo a mi interior caigo en la cuenta de que no todo es tan importante como nos quieren hacer creer, que las enseñanzas también varían, al igual que lo hace un líder político a la hora de saber cuál es el mejor camino para ganar unas elecciones, unos asociados más y un sillón mucho más cómodo. Pero yo no soy político, en estos tiempos prefiero ser reptil, o rapsoda, o un tipo que pasaba por aquí y decidió irse lejos de todas las miradas. Cuando mi interior me interroga con severidad yo me duelo por lo ajeno, digo, por ejemplo, la familia y amigos de la desaparecida Sonia Iglesias: ese padecimiento no lo quiero, no se lo deseo a ninguno de mis enemigos, ya que mis enemigos ya tienen que padecer el tener que vivir en un lugar llamado por mi pedantería Esfera de Carencias: Zona sombría donde existen tres tipos de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse. Al final no todo es tan importante, a no ser el estar bien, y que estén bien las personas que te quieren, que tú también quieres Porque, como decía Oscar Wilde: Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo.