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PolÍticos En AcciÓn


Me sugieren que garabatee sobre política aunque sea un tema que he dejado de lado por motivos de mesura o simplemente por desidia. Acaso sea que el próximo día 21 nos llaman las urnas, al igual que los cláxones, los pins con estrellas, puños y gaviotas, o los grandes carteles de los candidatos, siempre a todo color y con ligera sonrisa digitalizada, para que se note que la cosa va en serio y se pueda constatar a ras de calle. Que la política está en horas bajas es algo notable de lo que la mayor parte de la ciudadanía habla a viva voz o entre comillas. Aún así, no deja de ser un tema recurrente que da mucho juego, si bien algunos aseguran en reuniones varias que la cuestión no les interesa pese a que sean también los primeros en sacar el manido argumento, una actitud semejante a la de los ateos (“me aburren los ateos, siempre están hablando de Dios”). Lo cierto es que cuanto más escapamos de algo, más se nos acerca la cosa: es una especie de Ley Universal que nos ronronea para darles a conocer a nuestros semejantes nuestra auténtica mentalidad. La política es algo inherente al ser humano, forma parte de su interior más recóndito, al igual que el fútbol, las tendencias parisinas y los cotilleos maliciosos de las beatas a la salida de misa. Asimismo se podría decir que el político es un estadista un tanto discordante a lo largo y ancho de su mandato, hasta que, a falta de unas semanas para verse su cuello pasado por las urnas, se convierte en un ser delicado, amigo no sólo de sus amigos, sino también de todos y cada uno de sus contrarios. Es en ese tiempo de “colección terca de votos” cuando el político camina por las calles con gentileza, estrechando manos sin temor al desaliento, deteniéndose con la primera anciana a la que ve, esa señora que cuando observa que se le acerca dicho fulano frunce el ceño, desconfiada de lo que pueda suceder, esa misma decana que cinco minutos después, habiendo sucumbido a la verborrea del tipo, bate palmas y masculla al oído de la primera vecina con la que se topa: “me gusta ese chaval, es majo”. Son señales dedicadas enviadas con esfuerzo a la ciudadanía, son gestos que pasan cada cuatro años y poco más, ya saben: cada cierto tiempo ocurre una rara conversión de ideales y actitudes que hace que la cosa mude en algo positivo, con semblante de andar por casa, con bebés en los brazos que arrojan mansamente babas chanflonas, de colores variados, al tiempo que el candidato –hombre que no teme a la baba y que agarra al crío con sumo entusiasmo- saca su pañuelo de seda con encajes de bolillos y limpia devotamente al pobre bebé, para acto seguido besarle los mofletes y pasarle la palma de la mano por el cogote, así como si fuera su primogénito. Y sabiendo todo esto, considero que sólo nos queda afinar la estilográfica del día después de las Elecciones, y señalarles a esos que hoy no dejan de cacarear y no poner huevo, “que ustedes lo politiqueen bien”.
Alexandervortice08 de octubre de 2012

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