Cuando el signo tuvo miedo
se arrinconó en el desván y luego
las estrellas relumbraron tan reciamente
que hubo hombres que se sintieron
nada o poco más que nada.
Mientras el viento batía sus alas
se creó en el fondo del océano
un hilo luminoso de sol y sal,
siete ademanes de sirena demente
y dos puñetazos de coral.
Mientras tanto,
los ojos de Iris cataban
mis sudores, el hijo póstumo
del Sr. Minutero lanzó negrura
de noche sin murciélagos,
y los días que años atrás fueron
enajenación de niño con látigo
acabaron siendo días aderezados
por los hondos versos.