Besos Robados que Nunca
Robamos
25 de mayo de 2015
por almaempapada
Tengo pendientes muchas sonrisas que se han quedado sostenidas en las paginas blancas que nunca llegamos a escribir. Me olvidé de pedirte más caricias, más abrazos, y sobretodo más amor. Aún sigo empeñada buscando el motivo por el cual decidiste quedarte en tierra, seguro, antes que abrir tus inmensas alas que solías tener para lanzarte conmigo hasta lo más profundo del precipicio. No te culpo, tal vez fui yo, con mi mentalidad suicida, que solo quise saltar para coger aire puro y sentir el subidon de adrenalina.
Hacía mucho tiempo que no escribía, es cierto, y ahora estoy aquí, gastando las teclas para poder sacar de mi este dolor que hay clavado. Palabras que no dijimos, besos robados que nunca robamos, tiernas caricias al amanecer. Me quedaron tantas cosas para hacer contigo, quería ayudarte a espantar tus monstruos internos, estaba segura que podía demostrarte que la vida no tiene sentido, que de lo único que se trata es de llevar tus sensaciones al máximo y experimentar lo que nos rodea. Y el problema fue que cogiste mis palabras para lo que quisiste, y con ellas interpretaste una despedida final. ¿Como querías que fuera eso el final? ¿Se podía luchar? Claro que se podía, pero tu no pusiste tus ganas, y yo no tuve suficientes para cubrir de parches las heridas ya existentes. Así que si me preguntan por ti, seguramente por unos segundos me faltará el aire. Hasta quizás me vengan a la mente los millones de besos que me diste en la frente antes de dormir. Estoy segura de que si me preguntan por ti, no sabré que decir, porque ya no me preguntaran por un nosotros, sino por un yo o un simple tú. Existe un dolor realmente doloroso que te abruma el pecho hasta dejarte inconsciente, y es entonces, solo cuando estas inconsciente, que te das cuenta que ya ha pasado el tren, que ya no volverá a pasar jamás por esa parada, y que aunque lo hiciera no bajarías porque la estación ya esta desgastada y tiene astillas difíciles de tapar.
1 Recomendaciones
Me alegro de volver a leerte esta carta tan tuya y tan íntima que tampoco esta vez destinas a nadie y que yo te vuelvo a leer.
No sé qué responderte pues que tampoco te dirigías a mi.
Pero aquí estoy, dispuesta a recibirte y escucharte.