Desde que Me Conozco.
14 de julio de 2015
por amparoiglesias
La habitación sigue oliendo a ti.
Desde la ventana se divisa todo París concentrado en el banco donde decidiste mentirme por última vez.
Te ibas sin quedarte nunca más, y lo hacías por mi.
Supongo que fue el único momento de las quinientas noches de Sabina que ha durado nuestra relación, donde pensé: ojalá te hubieses ido por ti.
Me habrías ahorrado la necesidad de odiarme; de ver tus huidas asomando al intento de vida de todas las mañanas.
Me han preguntado hoy, en unas de esas conversaciones que empiezan de madrugada y terminas por llevártelas a casa: ¿desde cuándo te conoces?
He pensado que si fuese Bécquer, respondería que me conozco desde que te conozco a ti.
Si fuese Bukowski, quizás habría dicho que me conozco desde que conseguiste que me corriera encima solo con el roce de tu lengua, que a pesar de haber rozado otras cientos de ganas, el orgasmo me supo a exclusividad.
Pero los ojos que me preguntaron no me dejaron mentir.
¿Desde cuándo me conozco? Desde que creo no hacerlo.
Desde que me perdí.
Desde que no tengo tus gemidos para quedarme a vivir.
Y ahora que puedo hablar de mi sin mencionarte, voy a escribirme una carta redescubriéndome, si llega a tus manos deshazte de ella, que no quiero que sea cierto eso de enamorarnos en la octava vida que tiene un gato y nadie recuerda, en la noche quinientas uno de aquel poeta:
Soy de libros y de noches frías, de tormentas, de cientos de mantas y olor a palomitas.
De la última fila de un cine vacío donde nuestros besos no molesten al personal.
Estoy hecha de poesía, de versos cosidos con saliva; de valentía programada para activarse cuando parece que la guerra, que siempre viste en sudadera, me ha ganado la batalla.
Soy de las de ir por delante dejando que el mundo visualice como se ven mis tobillos desde atrás, y aunque mi talón de Aquiles cada vez se parece más a la cuerda vocal que me activas en los orgasmos, nunca admitiré que te debo todos mis errores.
Sería regalarte mis mejores parrafadas y confesarte que he descosido todas las bragas para que se caigan solo con mirarme.
Vivo constantemente con las ganas de conquistar un lugar que no existe, y en esta lista de imposibles, no voy a mencionarte.
Por orgullo al arte.
No he sido nunca la primera en llegar, ni en rendirme, no he sido la primera en alborotarte los cajones ni en ordenarte las ideas, no he sido la primera en derrumbarme ni en recomponerme, pero he sido la última musa de carretera dispuesta a descolgar las piernas al borde de tu copa y pedirle al camarero que no decaigan las rondas, que por un rato más entre tus hielos yo me hago la interesante y guardo bajo llave mis ganas de besarte.
Soy de instintos poco básicos y muy complejos, de cruces de piernas a destiempo; de dar la vida con gracia, y de guardarme las gracias mientras me quede vida.
No se estar nunca en el lugar que debo, ni en el momento justo; el tiempo y yo somos enemigos enfrentados, dijo que lo pondría todo en su lugar, y tu lado de la cama sigue tan vacío que he decidido llenarlo de poesía.
Que la poesía siempre ha sido hogar, y el hogar te hace volver a casa por Navidad.
No soy un zorra indecente ni una princesa de exquisitos modales, pero si me das a elegir entre astucia o elegancia, me quedo con la primera, que en un mundo de perras todo es sobrevivir.
Lo cierto es que entre todo lo que soy cuando estás y todo lo que soy cuando te vas, solo caben unos pasos.
Los tuyos, que suenan aprisa a otro momento distinto de otro día distinto con otros planes distintos que han elegido la elegancia en lugar de la astucia, y terminan dándose de bruces con la misma historia de siempre.
Y te juro que en esa, si prefiero ser princesa.
Sigue leyendo a Amparoiglesias arrow_downward
Miau.1405 lecturas, 9 comentarios