Llueve a mares, no se puede respirar abajo del agua, crecí echando raíces, pues el agua me llego hasta el cuello, cual nenúfar blanco florecido en aguas turbias.
Cuando la sudestada pase estaré aquí, bien arraigada.
El tiempo infinito congelado en un instante, y, flotando entre sueños mi contrito corazón.
Miedo imponente en mi paz temprana aun dormida entre brisas apelando a tu razón.
He vuelto a aquel instante viajando en pensamientos hostiles para revivirlos incómodamente, intimidada por el destino y acomodada en el olvido dormiré eternamente.