Un Cuento de Navidad
Estaba sentado el niño en la acera de su casa, pidiendo a Dios que la Navidad no llegara. No podÃa entender como habÃa niños que pedÃan bicicletas o cosas como esas, el se sentirÃa contento con solo llegar vivo a enero. Asà de simple.
-¡Infeliz mocoso!- Grito una mujer joven, no pasaba de veinte años, desde el corredor de una casucha de lata. - ¿Qué haces hay jeteando? ¡Pase para adentro para que cuide a sus hermanos!...
La acera en un dÃa lluvioso era preferible a enfrentarse a la “puta” que era su madre, según repetÃa cada dÃa su padrastro antes de salir a trabajar y como saludo al llegar a las ocho de la noche. Cuando era pequeño no entendÃa bien lo que querÃa decir, hasta que un dÃa él también la llamó a sÃ, por su puesto el golpe fue tan fuerte que le hizo sangrar la boca.
La mujer que lo habÃa llamado estaba vestida con un pantalón de mezclilla de marca, o eso era lo que ella aseguraba cada vez que lo lavaba y lo cuidaba más que a sus propios hijos, no fuera a ser que una vecina envidiosa se lo robara del tendedero. Su blusa escotada hasta lo vulgar y pegada al cuerpo, a pesar de haber tenido su primer hijo a los dieciséis años aun tenÃa un cuerpo aceptable. Lo suficiente para que su padrastro la celara hasta con el lavadero de ropa.
-Cuida de estos hasta que venga más tarde.- Casi ladró la mujer mientras se ponÃa un poco de colorete mirándose en un espejo pégalo en la sucia pared del baño.
-¿A dónde vas mamá?- Se atrevió a preguntar.
Una ventaja de ser un niño agredido, como la maestra llamaba a los niños como él, era que tenÃa buenos reflejos. No habÃa su madre levantado el brazo para golpearlo cuando ya estaba dos pasos atrás.
El sonido de un taxi lo salvo de un segundo intento.
-Ojo con decirle algo a tu padrastro.- Lo amenazó la mujer con una uña pintada de rojo.- Si se te va la lengua te mato a golpes… ¿Está claro?
Sus hermanos, un morenito de tres meses y un pelirrojo de cuatro años lo miraban fijamente como si él, con sus siete años, supiera lo que estaba pasando.
“A buen palo se arriman”, pensó con pesar. Solo faltaban tres dÃas para navidad, solo hacerle números a lo que podrÃa pasar el veinticuatro y el veinticinco en familia, era para pararle los pelos a cualquiera. Si viéndose solo unas cuantas horas al dÃa y sobrios lo hacÃan pensar en ataúdes y hospitales, ahora cuarenta y dos horas seguidasÂ…
Encendió la televisión, cosa irónica si la casa se estaba cayendo, el aparato era de 32 pulgadas. Nuevecito de paquete, habÃa anunciado orgulloso su padrastro cuando llegó con la nueva adquisición, nada de chucherÃas de compra y venta.
En la pantalla de la televisión vio a un viejo regordete, vestido de rojo y con barba blanca, llamándose a sà mismo Papá Noel. En cosa de segundos anuncio que la navidad estaba en tal o cual tienda, y que los mejores regalos podÃan conseguirse en promoción. Él ya habÃa dejado de creer en esas estupideces, pero sus hermanitos menores miraban babeando sin pestañear.
-¿Tú crees que este año sà hayamos sido lo suficientemente buenos para que Papá Noel nos traiga algún regalo esta Navidad?- Pregunto Daniel mientras mecÃa el cochecito donde el bebé dormÃa plácidamente, con la felicidad que da la ignorancia.
Roy lo miró largamente, recogió sus piernas y pegó las rodillas a su pecho. Si ya era malo no tener esperanza, lo peor era quitársela a otro.
-Hay muchos niños en el mundo…- Tubo que mentirle descaradamente.- Tal vez este año nos toque a nosotros.
Aunque sus padres vivÃan como en otro mundo, él si tenÃa claro que era lo importante. Sus hermanitos recibirÃan un regalo esta Navidad. Recordó a la vieja mujer que vivÃa en una de las casuchas a la entrada del vecindario. HabÃa quien decÃa que era una bruja, otros simplemente decÃan que estaba loca. Quizás la respuesta estaba allÃ, en la propuesta que ella le habÃa hecho.
Las horas pasaron, eran ya las siete de la noche y su madre no habÃa aparecido aún. HabÃa dos huevos en el estante junto a la mesa del comedor. Buscó un sartén, lo colocó en el quemador de la cocina de gas y comenzó a revolver la cena. El bebé tomo su biberón y lo llevo a acostar.
Se sentaron de nuevo a ver la televisión, sin saber en qué momento los dos hermanos mayores se quedaron dormidos sobre el desteñido sofá.
Un golpe en la puerta los saco del placido sueño. Los dos mayores se tragaron un grito de sorpresa y el bebé lloro a gritos.
-¿Dónde está la puta de su madre?- Grito el hombre tomando a Roy por el cabello, zarandeando el cuerpecillo delgado como si fuera un trapo viejo, arrojándolo luego contra la pared, dejándolo sin aire.
Daniel tomo el bebé y se escondió bajo la mesa, el cuerpo le temblaba, casi no podÃa respirar. El más pequeño de los hermanos lloraba sin parar, para evitar que la tomara con ellos le tapo la boca a su hermanito, esperando que esto fuera suficiente.
-¿Qué pasa aqu�- Escucho el grito de su madre.- ¿Qué le paso a Roy? ¿Dónde está Daniel y él bebé?
-¡Yo soy el que tiene que hacer las preguntas aquÃ!- Hablo el hombre mientras levantaba el puño de una mano callosa de tanto trabajar en el taller de maquinaria pesada.- Vengo de trabajar casi doce horas, y lo menos que espero es a mi esposa con la comida caliente. ¿Pero qué me dicen los vecinos?, Que mi mujer ha salido casi todos los dÃas durante la semana sin decirme nadaÂ…. No eres más que una puta.
-No soy ninguna puta.- Se defendió la madre dando un paso atrás, dejando caer la bolsa blanca plástica que guardaba unos paquetes que cayeron pesadamente al piso.
-¿Y esos regalos?- Se lanzó el hombre sobre la mujer golpeándola en la cara, tirándola contra la mesa del comedor.- De seguro te los dio algún “querido”.
Daniel sostenÃa a su hermano contra el cuerpo, tan fuerte como si quisiera meterlo dentro suyo para protegerlo, algún instinto de autoprotección lo hizo quedarse calladito cuando el peso de su madre se golpeo contra la mesa. Al escuchar el sonido de la puerta al ser azotada cuando su padrastro salió decidió salir de su escondite. Roy estaba muy pálido, tirado como un muñeco de trapo sobre su espalda, su madre sangraba por un corte que tenÃa en la frente, sabÃa que ella estaba bien, él la habÃa golpeado peor que eso antes.
Unas pequeñas cajas estaban sobre el piso envueltas en papel de colores con un dibujos de Papá Noel, venados, casitas blancas y niños gorditos felices. Roy tenÃa razón al tenerle miedo a la Navidad, solo entrar los regalos a la caza y ya todo el mundo lloraba.
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Anatema
Necesito crÃticas para mejorarloÂ… Véanlo casi como una obra de caridadÂ… de esas que se hacen en Navidad. Es para un concurso de cuentoÂ…
22/12/11 03:12
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Buitrago
Debo ser muy simple Ana, pero ni una coma tocaba.
un abrazo y felices fiestas
Antonio
22/12/11 08:12
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Laredacción
Querida Ana, pues ya que lo pides y teniendo en cuenta que para un concurso hay que afinar al máximo, debes corregir:
"¿Qué haces hay jateando?", es adverbio, es "ahÃ"
"...en cosa de segundos anuncio...", acentuado "anunció" (repasa los acentos, hay varios similares, como "hablo el hombre", "habló", y otros.)
"...tubo que mentir", del verbo tener "tuvo"
"...solo entrar los regalos en la caza", supongo quieres decir "casa"
"...papel de colores con un dibujos de Papa Noel...", sobra "un"
En los diálogos marcados con rayas, cuando interviene a continuación el narrador, por ejemplo: "- ¿Qué pasa aquÃ- Escuchó el grito de su madre...", se comienza a escribir con minúscula. Repasa todos, estas cosas se miran mucho en un concurso.
El cuento me parece terrible, uffff, pero por desgracia ocurren historias similares. Espero que el certamen no sea para exaltar los valores positivos de la navidad, je je.
Un beso fuerte y espero haber servido de ayuda.
22/12/11 09:12
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Anatema
Gracias por tus comentariosÂ… Los voy a tomar muy en cuenta, eres de gran ayuda.
Ahora en cuanto al tratamiento del tema de la Navidad yo también estoy preocupada ya que es terrible narración, pero yo soy profesora e historias como esa las veo muy seguido… No tuve corazón como para vestirla de rosa cuando yo sé que hay tantos que sufren.
22/12/11 05:12
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Anatema
Gracias AntonioÂ… Eres un lindoÂ…
22/12/11 05:12