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El Circo de Los Espejos. #6 - Valle Rocoso Parte.2

Capítulo 6
Valle Rocoso Parte 2

—¿Qué pasa Áster?
Replicó uno de los hombres alado del chico. Su voz era chillona y retumbante, como la de un mosquito y eso contrastaba con su escuálida pero sucia figura.
—He recibido la noticia de que otro equipo viene a unos cuantos kilómetros de este. Tal vez si esperamos sea una oportunidad para tener un botín doble utilizando una sola emboscada.
—No, se hará como lo he dicho.
Reafirmó el líder mientras tomaba una gran hacha de metal muy pesado, vieja y gastada, del suelo. Miró de reojo de nuevo a Yoshira y los otros. —¡Adelante! Gritó el hombre lanzándose a través del risco. Llevaba unas botas revestidas con casquillos de metal que le permitían patinar sobre la roca, que se desmoronaba a pequeños granos como si tan solo fuese hielo. La horda de hombres bajaron tras del líder, poseen el mismo tipo de calzado. Áster fue el último en lanzarse por el barranco, aún hay duda en sus ojos. Es muy joven para este oficio. Contiene su aliento y trata de concentrarse en el objetivo.
Kevin escuchó como el bullicio de las rocas es cada vez más fuerte. El sonido metálico invade cada parte de sus tímpanos. Tardó tan solo dos segundos en divisar de donde proviene. Un grupo de aproximadamente 20 veinte hombres, algunos más fornidos que otros, pero todos armados fuertemente.
—¿Kevin seguro que podrás tu solo contra todos ellos?
Cuestionó Hamelín con preocupación evidente. –Son demasiados, incluso para ti.
—Cumple lo que he dicho antes y cierra el hocico. Porque si ellos tocan un solo cabello de Yoshira, te mataré a golpes. ¿Haz entendido bien?
Respondió con una sonrisa segura el Maestre. Pero Hamelín aún no estaba seguro de seguir al pie de la letra tal orden.
—¡¡Ataquen!!
Ordenó el líder de los bandidos mientras empuñaba con fuerza su pesada hacha. Kevin lo miró al instante que sacaba su bastón negro. Con un movimiento fuerte lo estampó contra el hacha del líder bárbaro deteniendo el golpe, aunque sus pies se enterraban debido a los fuertes brazos del sujeto.
Mientras forcejeaban el restó comenzó a ir tras Yoshira quien parecía asustada. Hamelín tomó su flauta y no dudo ponerla en sus labios en un segundo.
—Yoshira, Lord Ferdinand. Tápense los oídos ahora y por lo que más quieran cierren los ojos. Dijo el Flautista colocando los dedos en las notas de Do y Fa. Los hombres ya estaban a casi unos dos metros de llegar y la cortina de polvo que arrastraban sus pies era cada vez más grande.
—Hamelín, ¿Qué harás?
—Confía en mí, nada te pasará pero hagan lo que he pedido.
Yoshira estaba estremecida ante tal acto de valentía. Verdaderamente estaban arriesgando sus vidas mientras ella estaba allí sentada como una inútil. Se sentía como poco más que una muñeca de porcelana. Preciosa, elegante y bella; y al mismo tiempo construida del material más frágil. Dedicada toda su vida a pasar usando vestidos muy finos tras una suave vitrina de cristal. Pero se resignó bajando la mirada y obedeció las órdenes del castaño. Lord Ferdinand después de fruncir el ceño y anotar rápidamente en su libreta tal acto, imitó a Yoshira acatando la orden.
Hamelín clavó la mirada mientras los hombres habían rozado ya casi su nariz. Podía oler ese horrendo sudor prevenir de todos ellos. Y en sus gritos también veía esos dientes picados tan desagradables.
—Primera nota. Cantó hacía el bosque.
Susurró mientras la velocidad de sus dedos aumentaba haciendo invisibles las notas. Una onda sonora expansiva golpeó a los barbarnos arrojándoles un par de metros hacia atrás. Áster, quien también estaba allí alcanzó a cubrir sus oídos pero la fuerza de repulsión aun lo mando lejos. Hamelín no se detenía mientras los hombres comenzaban a intentar cubrir sus oídos pero sus músculos no respondían. –Es inútil cualquier movimiento en un rango de 2 metros. No lograran que cuerpo reaccione mientras reciban esta nota. Eventualmente al subir el tono de agudeza el corazón también se detendrá.
Los músculos de los sujetos comenzaron a retorcerse con violencia. Parecía que la agudeza había comenzado a aumentar, y con el ello el sufrimiento de los hombres. Los ojos, bellamente tiernos y tristes de Hamelín se hacía obscuros e iracundos. A su mente comenzaron a llegar imágenes de aquellos que había tomado la pureza de su cuerpo para satisfacer sus más asquerosos instintos. Los gritos de los hombres eran desgarradores, como si los marcaran con un hierro caliente.
Yoshira comenzaba a preocuparse por su compañero al mismo tiempo que sus manos comenzaban a ponerse flácidas y no ejercían la presión con la que inicialmente comenzaron. Lord Ferdinand se vio tentado a abrir los ojos, pero sus fuertes principios disciplinados le devolvieron los cabales de un caballero finamente educado.


Kevin apenas podía contener al mastodonte musculoso. Y en un acto de agilidad se colocó justo debajo del rango de ataque para asestar una firme patada sobre su abdomen. Pero no lo movió ni un solo milímetro. Mucho por el contrario, el Jefe Bárbaro utilizó ese rango para asestar un golpe con el antebrazo justo en el hombro derecho de Kevin arrojándole con violencia un par de metros.
El Maestre se retorcía de dolor mientras de sus labios brotaba sangre. Su hombro estaba destrozado por dentro. Era por demás obvio que no podía moverlo a la libertad necesaria para una batalla.
—Voy a admitir que admiro tu valentía de enfrentarme con tanto ego muchacho. Tienes agallas. Dijo el sujeto musculoso mientras alzaba su pesada arma. Kevin miró, atónito y lleno de rabia, como no podía hacer absolutamente nada. –Pero en un mundo donde el tiempo no pasa nunca, no es suficiente la valentía para mantener esa preciada vida que con recelo guardas.
Kevin sonrió confiadamente mientras el sujeto estallaba en ira ante tal gesto de alguien que estaba a punto de sucumbir ante su poderosa figura.
—¡Voy a molerte esa puta sonrisa!
El hacha apenas alcanzó a rosar un poco del cabello de Kevin mientras daba un giro hacia atrás apoyándose sobre sus manos, una mueca de aguante se hizo en su cara, era evidente que se trataba del terrible dolor que provenía de su musculo desgarrado internamente. Se apresuró a ponerse en pie en el ángulo adecuado y se lanzó en carrera pasando por debajo de las piernas del hombre. Tomó su bastón con la mano derecha y asestó un golpe fuerte y macizo sobre la nuca del hombre justo para terminar imponiendo una patada en el filo del inicio de columna vertebral, haciendo que el sujeto se inclinara hacía adelante.
Pero el hombre se estabilizó a tiempo como para lanzar un contra ataque con su arma que Kevin apenas logró esquivar arrojándose hacía el suelo sobre sus pantorrillas en un efecto de juego de limbo.

Tras el bullicio que se suscitaba a unos metros adelante, los tres otros viajeros detuvieron su andar para observar cómo se disputaba la lucha. El hombre alto veía con detenimiento hacía donde se suscitaba el conflicto mientras la mujer daba una cantimplora de piel color marrón al más pequeño sobre el caballo negro.
—¿Qué deberíamos hacer?
Cuestionó ella mientras acariciaba el pelaje del bello animal.
—No intervendremos, porque realidad esto facilita mucho más la consolidación de nuestro objetivo. Y si se deshacen de esos molestos sujetos no habrá ningún otro obstáculo.
—Parece que les acompaña un Canciller del Parlamento Infinito. A juzgar por el conejo de ropas elegantes.
—El conejo no importa.
Dijo él mientras prestaba más atención hacía la batalla. –Dime si ganaran o no.
—No puedo verle, algo interfiere con mi habilidad de Visión Futura.
—¿El qué?
Cuestionó el hombre altamente intrigado. –No me digas que hay alguien más con tu habilidad de premonición entre ellos.
La mujer asintió afirmativamente con la cabeza. Mientras trataba de enfocar su atención completamente en las personas allí presentes. El hombre dio un silbido leve y muy largo para manifestar su asombro de forma sarcástica.
—Entonces deberías cuidar tu lugar, o podríamos remplazarte.
—Eso no me preocupa en absoluto. Ya he estado sola antes, volverlo a estar no será más que regresar a lo básico. Pero te pregunto, ¿Realmente podrías confiar en alguien más que en mí?
—Tienes un buen punto. Creo que eso basta. Además, es verdad que bajo ninguna circunstancia podrías ser remplazada ya que la lealtad no es una virtud que abunde mucho por este basto mundo.
Dijo él hombre mientras centraba su atención sobre Kevin. –Ese hombre es realmente intrépido, me parece que su decisión para la batalla es de las más firmes que he conocido.
La mujer también centró en el su visión. Pensó por unos segundos donde había visto ese rostro que se le hacía tan familiar. Después de recordar los muchos falsos circos que decían ser el verdadero a su cabeza llegó el archivo deseado.
—Le dicen el Maestre, realmente no tiene un nombre como tal. Creó uno de los muchos circos falsos para atrapar incautos, en su mayoría mujeres. Al parecer es una persona de poca confianza. Para ser sincera no comprendo cómo es que alguien podría siquiera considerarle como parte de un equipo sabiendo que podría traicionarles en cualquier momento.
—Es la mujer, tiene algo importante que ver con todo esto.
Replicó el hombre con voz más suave y un poco susurrante. –Ya que el castaño que los acompaña se trata del afamado Flautista de Hamelín.
Ella suspiró largamente y se volvía hacía donde yacía el animal y el jinete que jamás había quitado su capucha. Acarició la trompa del animal con delicadeza. Alzó su mirar hacía el jinete y este bajo su atención hacía la mujer también.
—¿Necesitas algo en especial?, ¿El calor es demasiado?
Pronunció con tonó maternal. Y su respuesta fue contestada con una negativa de cabeza. –Es mejor así, no podríamos permitir que quemarás tu piel con este ardiente sol. Pronto llegaremos al Lago de los Mil suspiros.
El encapuchado asintió con la cabeza sutilmente. Entonces el sonido de una roca caer atrajo la atención de la mujer quien había estado perdida en la figura de quien montaba el frisón. Alzó su mirada a las paredes del risco para poder observar hombres movilizándose.
El hombre alto había comenzado a hacer a un lado la gabardina de su torso para revelar que allí estaba un traje de la realeza, bordado en tela muy fina y con partes metálicas como si se tratase de una armadura sencilla. También se observaba justo sobre su vientre una malla de acero que suelen usarse por los miembros de la milicia real. Y sobre su cadera un cinto de cuero negro labrado con hilo blanco formando flores imperiales que acababa en una funda cargando una espada larga y de un mango excelso.
—¡A por ellos!
Gritó otro bárbaro bajando por el acantilado junto a varios de sus hombres. Esta vez se trataba de hombres todos ellos fornidos y vistiendo pedazos de simples armaduras de cuero. Portaban armas muy rusticas, algunas ya quebradas.
—Que no le pase nada, yo me haré cargo de esta bola de inútiles. Pronunció mientras la luz se reflejaba sobre la hoja de la espada saliendo de su funda.
—¡Maten primero al hombre!
Gritó el líder de nueva cuenta mientras le rodeaban todos. Unos trece hombres, todos altos. Se hicieron contra él, pero esquivó a cada uno de los bárbaros haciendo que se golpearan los unos a los otros con fuerza brutal. Otros por detrás alzaban sus armas para destrozarle pero con un fino hilo de resplandor metálico sus brazos salieron al aire libremente antes los ojos de sus dueños cuyas caras se bañaban de la sangre de sus miembros cortados.

La melodía de Hamelín era tan intensa que incluso Yoshira estaba a punto de sucumbir ante tal, pero la mente del flautista no se encontraba allí, y ella podía percibirle aún con los ojos cerrados. Como es que su cuerpo emanaba un frío intenso, que parecía aplacar el calor del valle rocoso que les rodeaba, ese no era Hamelín. Y entonces a su cabeza llegó la conclusión, el frío que inundaba el ser del más dulce castaño no era de su corazón, venía de la flauta. Pero no podía hacer nada, si quitaba sus manos pasaría el mismo destino que los otros enemigos, aun cuando no lo fuera.
Y entre todos los agonizantes bárbaros Áster se revolcaba por tratar de pararse. Después de unos segundos logró poner su rodilla sobre el suelo, pero sentía cargar miles de kilos sobre sus hombros. Alzó la vista para ver la horrible imagen, se encontraban en una mancha gris y fría. Los hombres ya no hacían esfuerzo alguno. Parecían poco más que sacos de carne que había comenzado a sangrar por los ojos. El muchacho se horrorizo mucho más al ver quien tocaba la maldita melodía. Estaba seguro que era un castaño de ojos tímidos, y ahora veía una persona distinta. Su cabello se había vuelto más obscuro y sus ojos rojos profundamente carmesí. Mantenía una sonrisa macabra mientras torturaba a Áster con notas bellas. Y los brazos del chico habían empezado a sucumbir ante la canción.
Áster sintió como el sueño inundaba sus parpados, como la mancha gris le llamaba como si se tratase de un corazón que palpitara. Y entonces dejo de escuchar la música por unos segundos mientras volvía a caer sobre el suelo. Hamelín soltó una risa larga y maquiavélica.
En ese momento Yoshira quitó las manos de sus oídos y abrió los ojos para observar la horrenda escena. Los hombres estaban destazándose entre sí mismos con sus propias armas de un modo salvaje. Un cuadró sacado del mismísimo infierno. Las lágrimas inundaron sus ojos
—¡¡Para ya Hamelín!!
Gritó con todas sus fuerzas pero eso no detuvo el sonido de la flauta, ni el frio que emanaba de ella. Entonces dejó de escuchar las notas y el sentir gélido en su piel se hizo más intenso.
—Tú no puedes detenerme. Nada de lo que le digas lo hará volver, él es mío ahora.
Dijo una cortada voz grave. Yoshira se estremeció al notar de donde proveía ese horrible sonido. Venía de la propia flauta, pero aparentemente solamente ella podía escucharle.
—¡¡Hamelín reacciona!!
Continuó insistiendo la chica para que se detuviera el infernal cuadro
—Es inútil, no te escucha.
Replicó la macabra voz con mayor sadismo. Esas palabras tan retumbantes hacían que Yoshira perdiera el aliento con cada segundo que les escuchaba. Y sin embargo el lúgubre y estrepitoso sentir que provenía del cuerpo de Hamelín parecía cada vez más intenso incluso casi llegando al punto sin retorno donde un alma deja de ser sí misma para convertirse en uno de los sirvientes del averno, vagando toda la eternidad en una música hipnótica marcada al compás de las almas torturadas.
Yoshira se puso en pie con la poca respuesta de sus músculos, comenzaba a sentir sus parpados pesados y más aún su cuerpo. Pero tan solo caminó unos centímetros antes de caer sobre el suelo, hiriendo su frente.
Kevin apenas había logrado escapar al último golpe del líder bárbaro. Sintió como una potente patada le impactaba en el abdomen haciéndole escupir sangre mientras era arrojado unos metros golpeándose contra el suelo repetidas veces.
—Eso debería enseñarte a respetarme maldito pedazo de mierda.
Musitó el corpulento hombre mientras se colocaba en pose de embestida. Pero detuvo el querer de su acción al ver notar que sus hombres ya no parecían estar luchando. Volvió su cabeza hacía el lugar donde provenía una extraña melodía. Unos segundos tardó en que sus pupilas se dilataran al ver a sus hombres inmóviles, y más aún a Áster. –Hijo de perra…
Murmuró violentamente mientras se lanzaba con toda la velocidad que le proporcionaban sus marcadas piernas. El aire pasaba por su nariz de manera muy brusca, era más ahora un toro en furia plena que un hombre.
Kevin alzó también la mirada mientras aún yacía sobre el suelo adolorido y sangrante de su frente. Su ojo derecho había sido lastimado cuando impactó sobre el suelo y se había puesto morado un tanto hinchado haciendo que tuviera que entrecerrarle.
—¿Qué es esto…?
Pronunció atónito ante la mirada casi satánica de los ojos de Hamelín, su garganta que dolía se atascó de un nudo molesto, de esos que solo se sienten cuando eres impotente ante alguna acción. Solo avanzó unos milímetros antes de verse paralizado por el dolor de sus heridas.
El bruto bárbaro ya estaba a unos cuantos metros de llegar a la zona de afectación de la melodía de Hamelín, pero no parecía importarle en lo más mínimo ello, o es que tal vez, no sabía los efectos que tenían tales notas.
—¡¡Te voy a moler a golpes!!
Exclamó de manera furibunda mientras alzaba su hacha y entraba en rango de las notas. Entonces sus ojos comenzaron a desubicarse, todo se había vuelto gris y el joven era algo parecido a un horrendo demonio llegado del pleno abismo. Pero no detuvo su marcha, la fuerza física era lo que le mantenía en camino y no pararía hasta golpearlo.

El hombre más alto parecía no haberse movido ni un solo centímetro. Más sin embargo ya la mitad de los hombres habían sido privados de sus dos brazos y se hallaban sobre el suelo esperando una muerte por desangre, repleta del más intenso dolor.
—¿Cómo te atreves?
Cuestionó el líder de los barbaros mientras el sudor caía por su frente a cantaros
—Si se te ocurre acercarte más hacía el caballo o su jinete, te cortaré en pedazos.
Respondió el hombre mientras envainaba su espada de nueva cuenta. –Ahora tienen la oportunidad de irse, o morir.
—¿Crees que me asustas, crío?
—Si fueras inteligente estarías asustado.
El bárbaro fijo su mirada sobre la parte de la armadura que era visible bajo la gabardina. Esa clase de sellos los había visto antes en algún lugar. Una idea fugaz atravesó su primitiva cabeza a la velocidad con que un rayo impacta la tierra. Lo tenía, sabía de donde era ese logo tan particular.
—Ya veo, así que estamos tratando con uno de los famosos caballeros de la Mesa Redonda, que fue fundada por el legendario Rey Arturo de Camelot, que honor. Dijo el hombre mientras retrocedía cautelosamente unos centímetros. El hombre alto sin embargo solo soltó una risa corta.
—¿Qué harás ahora?
—¿A qué te refieres?
—¿Vas a huir antes de morir a manos de mi espada, o seguirás en tu patético intento de combatir en contra mía?
El bárbaro musita una risa. Abre sus labios lentamente mientras clava la mirada sobre el hombre. El resto de sus subordinados han comenzado a rodearle.
—¿Tienes idea del respeto que infundiré si mato a un Caballero de la Mesa Redonda? Estaría al nivel de un señor Feudal, y es probable que tomé tu lugar dentro de la orden del Rey. Creo que es demasiado oportuno para dejarle pasar así de fácil.
La mujer simplemente soltó un largo suspirar. Ya había escuchado a muchos tontos decir frases similares. Y siempre era el mismo resultado para ello: La muerte.
El hombre alto tomó de nueva cuenta el mango de su espada. Sus labios marcaron lentamente una sonrisa rebosante de confianza. Precisamente, solo un segundo después la horda restante de brutos se había lanzado contra el de la gabardina. Y el resultado fue tal cual el anterior. Solo un hilo metálico bailando por sus lentos ojos antes de ver sus brazos sobre el suelo. Los gritos de dolor se escucharon unos cuantos milisegundos después. Todos habían sido amputados, salvo el líder de los barbaros, el hombre lo había dejado.
—¿P—por qué tu no...?
Tartamudeó al borde de la locura. El sudor ahora bajaba por el tabique de su nariz a manera de un rio y sus dientes castañeaban a mil toques por segundo. Vagó en su delirio hasta que el olor del metal lo devolvió a la realidad que afrontaba. Justo tenía enfrente la afilada cuchilla del arma del extraño viajero.
—¿Qué eres sin tus hombres? Solo una rata más incapaz de valerte por ti mismo. No vales la pena.
La cuchilla se acercó más a su nariz. A este grado la estaba pinchando sutilmente. –Pero dejaré que vivas, si me das lo que deseo.
—¡L—lo que quieras!
Pronunció cayendo sobre sus rodillas.
—El anciano del lago, ¿Es verdad que halló el Circo de los Espejos?
Cuestionó el joven con autoridad mientras continuaba sentenciándole con su arma.
—Algunos dicen que sí, pero sabe con certeza si así fue.
—En sí mismo. ¿Qué sabes del Circo?
—Lo mismo que todos los que llegan aquí en su búsqueda. Un lugar que habré sus puertas cada cierto tiempo, y ofrece que si alguien le halla el poder cumplir el sueño que anhela en lo más profundo de sus corazón.
—¿Qué más?
—El Circo no puede ser visto por aquellos cuyo corazón este nublado por la lujuria, o avaricia. O los iracundos ni los vengativos. No puede ser visto por nadie con deseos impíos o egoístas.
—¿Has oído eso, Wendy?
Dijo el hombre mientras volvía la cabeza sobre su hombro para tomar la imagen de la joven. Ella asintió positivamente. —Entonces quieres decir que ningún ser humano es capaz de verle, la regla que nos dijo ese posadero era cierta. Y si ese es el caso…
Con un movimiento suave y rápido voló la cabeza del hombre frente a él. Unas pequeñas gotas de sangre tiñeron la parte más baja de su gabardina, pero se perdían en la espesura del obscuro color a medida que iba siendo absorbida por el algodón. –Quiere decir que el viejo del lago no es un ser humano.
—Es una apresurada conclusión. Existen seres humanos especiales, lo sabes perfectamente.
—Oh ciertamente.
Envainó su espada delicadamente que no contenía mancha alguna de sangre sobre su fina navaja. Cortes perfectos, no tenía siquiera un pequeño desgaste. –Aquellos que con capaces de abrir el Circo violando la regla de no verle por su condición humana. Los llamados Rein
—Precisamente. Pero no descartemos tu hipótesis, puede tratarse también de algún otro tipo de ser pensante que no tenga los males de la humanidad.
Dijo Wendy.
—Entonces mientras más Rein’s tengamos de nuestra parte será más sencillo el trabajo de entrar al Circo una vez que tengamos su ubicación.
—Correcto. Y a juzgar por cómo está conformado tal equipo de viajeros podría asegurar que esa chica es uno también.
El hombre alto volvió su mirada hacía el pequeño encapuchado que montaba el equino. Le analizó de punta a punta, como se analiza a las obras de arte para cerciorarse que no ha sufrido algún tipo de daño, pero con la excepción de unas cuentas gotas de sangre que habían manchado la capa del pequeño no había nada que lamentar.

Sus piernas habían casi falseado en la carrera, pero la voluntad del musculoso bárbaro sumado a su voluntad de hierro lo hacían quedar a solo unos metros de Hamelín en quien aún estaba presente esa larga y destrozada sonrisa.
—Segunda nota, Canto al Infierno…
La cabeza del bárbaro comenzó a retumbar como si hubiera cientos de abejas en ella. Su vista se partía en violentos pedazos, como si viera por un cristal hecho añicos. Justo en ese momento calló abatido hacía el suelo. Sus músculos comenzaron a contraerse y expandirse de manera abrupta. A cada minuto y segundo. Sentía como se desgarraban mientras ese violento sonido de enjambre no cesaba.
Lord Ferdinand había caído al suelo también abatido ante la nueva nota de Hamelín.
Yoshira se vio a sí misma sobre un espacio obscuro con agua de poca profundidad que no podía ver, solamente escuchar.
—Viniste, por fin lo hiciste. Estas aquí.
Dijo una voz masculina, claramente joven con un tono de alegría. Como de aquellos que esperan ansiosos una visita de ser querido. Yoshira reflexionó sobre a quién podría pertenecer tal voz, pero llego a la conclusión de que jamás le había escuchado… Y entonces vino a su mente su sueño anterior de aquel que le pedía ayuda con tanta desesperación.
Era la misma voz. Se colocó en pie mientras el agua sonaba.
Anistondash12 de julio de 2012
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