Entonces ahora, en estos momentos de absoluta soledad y oscuridad, es cuando me siento a pensar en todo. Absolutamente todo, desde el principio hasta el final. Todo empezó hace ya cuatro años, llegó un punto en que se hizo evidente que había más que amistad entre nosotros, quizás eramos tan pequeños que desconocíamos lo que nos estaba sucediendo y nos daba miedo, mucho miedo, pero fue el mismo miedo que nos impulsó a hacerlo. A hacer lo que sentíamos, que queríamos estar juntos. Y saltando barreras y muros que nos pudieron impedir eso, lo hicimos. Fueron los días más bonitos de mi vida, aún recuerdo cada uno de los momentos, no creas que lo he olvidado. Pero llegó ese día que hizo que descubriéramos el lado odioso, el lado triste y demoledor del amor. Y se terminó. Pasé noches y días llorando. Era la primera vez. Esas lágrimas olían a amor, y el dolor estaba devorándome el pecho. Era pequeña, demasiado, y empecé a sentir demasiado rápido. Pero a medida que pasó el tiempo y nos alejamos descubrí lo que realmente había sido eso, mi primer amor. Y nunca me arrepentí de eso, ni del dolor de cuando terminó. Y ese pareció el final definitivo. Pero ahora, ¿ahora que? Después de tantos años llegas una noche prometiéndome el cielo para nosotros, y vuelves a latir en mi corazón. Esa rapidez con la que has vuelto me asusta, porque esta vez si que sé lo que es. Y es que nunca te has ido, aunque yo creyera que sí. Y sigues estando dentro de mí igual o más fuerte que entonces. Pero no es solo eso, sino que también tu haces evidente que sigue ardiendo esa llama que hace tanto encendimos. Pero, ¿como luchamos por ello? Se hace tan extraño. Quizás tenga que echarle valor a las cosas cuando vienen y no esconderme en los cajones y dejar que se escape, quizás para eso ya sea mayor. Quizás si, pero tengas los años que tengas, nunca eres mayor para afrontar estas cosas. Para entender que al afrontarla, puedes volver a caer. Pero hay que hacerlo.

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