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Pláticas de Cama

-Quiero que te quedes aquí. Así como estás. Junto a mí, recargada en mi pecho escuchando mi corazón. Sintiendome tuyo.- Le dijo Raul a Isabel mientras fumaba con su mano derecha y le acariciaba el pelo suavemente con la izquierda, cual tela fina de esas que no se quiere dejar de tocar.
Los dos estaban desalineados, desnudos, naturales. En el mejor lugar para la intimidad. Cuatro paredes y una cama. Sin máscaras, sin miedos, sabían que en ese preciso momento querían estar juntos, lo que viniera después no era importante.
- Aquí seguiré, siendo tuyo sin serlo. Igual que tú. Quiero que seas mi musa sin serlo. Que te sientas libre incluso cuando seas cautiva de mis brazos, de mi ser entero. Que en nuestros encuentros eventuales estemos sólo tu y yo de verdad juntos.- Aquella mañana el sol los abrazó y les regaló un entorno romántico y honesto. Seguían diciendose las cosas que hace tiempo pensaban pero que no se atrevían a decirse.
- Tengo miedo - Dijo Isabel levantando si bello rostro hacia Raul con esos lindos ojos color oscuro - Tú sabes bien que esto no durará, que esto es una fantasía de niños, un amor pasional y fugaz. De aquí no saldrá nada bueno.- Una vez dicho esto poco a poco se empezó a alejar de los brazos de él. La verdad es inevitablemente incómoda y llega a derrumbar esa pared llamada sjeños y fantasías.
- Esto estará el tiempo que tenga que estar. Hoy estamos aquí, hoy te siento mía, mucho más que de él. Yo también siento miedo, pues sólo tú logras evocarme las mejores pasiones de todas las mujeres que han rodeado mi vida, evocas mis momentos más felices. Eso no lo puedo encontrar otra vez. Pero tu libertad es algo de lo que no quiero ser dueño.- Raul sentía que su corazón se aceleraba, que la calma poco a poco empezaba a convertirse en una marea peligrosa, dañina, que en cualquier momento voltearia el barco y los ahogaria a los dos.
- Raul, tu eres valiente, me conoces, sabes quién y como soy y aún así me escoges a mi cada vez que tienes la oportunidad. Mirame, escuchame y después alejame de ti fuertemente hasta que me arranques de tu alma. Que sea para siempre pues tu eres el otro, tu no puedes ser mío para siempre. Tú eres mi pecado que me acompañará hasta el último día de mis dias.- Isabel espera su molestia pero él la abrazó mas fuerte y le dio un beso en su elegante cabellera.
- Isabel, musa mía. Estás confundida al llamarme "el otro". Pues estoy seguro qué aquel a quien llamas "tuyo" nunca te conocera de la forma en que lo hago yo. Transparente y desnuda del alma. Yo estaré siempre en ti y tu en mí, estemos juntos o no. Él es el otro, el incómodo invitado que llegó antes a esto que se llama nosotros.-

F
I
N.
Antoniosebastianfierro12 de abril de 2017

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