Desde allí podía ver como las luces azules
de las ciudades cercanas se encendían
al ritmo de la oscuridad.
Allí sentía el frío penetrar en su cuerpo y
el aire de la montaña congelaba sus pulmones y
sus pensamientos se volvían cristalinos y
frágiles.
Desde allí sentía los árboles crecer y
el brotar de las estaciones y
los destellos efímeros
de las flores en la pradera.
Allí las estrellas parecían menos lejanas y
alguna vez llego a tocarlas con la punta de los dedos.
En aquel lugar de nieves perpetuas
todo parecía más puro; era entonces
cuando brotaba en el un sentimiento verdadero,
el amor.
Era entonces cuando se sentía totalmente enamorado
y sabia que había encontrado a su medio ser
en la soledad de una montaña que le ayudaba a meditar
y crecer en Dios.
Muy lindo Artalia, hace q me enamore de ese lugar que describis...:)saludos!