Su nombre se desvaneció en el aire.
Voluta de pensamientos obligada a vagar
sin obedecer a un destino.
Su nombre se olvidará en las simas del tiempo,
pero sus pensamientos continuarán viviendo
en el mundo del arquetipo colectivo,
en el mundo de la herencia colectiva
que eslabón a eslabón aporta
cada nuevo hombre al dejar su vida.
Su nombre se irá borrando poco a poco de una lápida blanca.
Primero se irán los que compartieron recuerdos en su vida
y luego,
cuando ya no quede constancia,
se irán desvaneciendo en voluta de humo
también las piedras.
Por que en definitiva un hombre,
yo mismo,
es demasiada poca cosa como para tener sentido de globalidad.
Un hombre tan solo es un camino marcado sobre
el viejo libro de la vida.
Un camino que nos es férreamente impuesto
y del que no podemos alejarnos
por que cada intento de hacerlo es un acercamiento
a las letras de ese amarillo papel.
La vida de un hombre es amor y lágrimas,
felicidad y lágrimas,
soledad y lágrimas,
orgullo y lágrimas,
tristeza y lágrimas;
es un camino incierto hacia un final certero,
seguro e inevitable.
Después, atrás quedan los sinsabores y alegrías,
las mañanas lúgubres o los amaneceres bañados en una viva luz.
Atrás quedan los recuerdos.
Tras la muerte
¿Qué?
He aquí la incógnita para los que aun vagamos en este lado de la vida,
incógnita que dejará de serlo algún día,
aquel en el que nuestro nombre se desvanecerá en al aire
y nuestros pensamientos se conviertan en volutas sin destino.
Me gust? mucho.
Un abrazo.