Esa violencia hacia mí misma, ese eterno sentimiento de no encajar, de no pertenecer.
Ese afán que tengo en aferrarme a historias imposibles y de siempre volver a la melancolía de que todo lo de antes era mejor, de que los brazos del pasado siempre son los más reconfortantes.
Pensar erróneamente que nadie remplaza a nadie, que lo que sentí fue único..
Al fin y al cabo, siempre es lo mismo: idealización, profundo vacío, tristeza en la ausencia, seguridad de haber perdido al amor de mi vida. Los recuerdos y esta mente maquinando, que repite irremediablemente cada mínimo momento.

Resumen: TODOS son iguales, no por ellos, por mí. Por la importancia que le doy a las miradas, a los gestos, a las palabras.
Por mi falta de respeto a mí misma, por las criticas intangibles, la
aceptación de mis defectos y la negación de mis virtudes. Por no aceptar mi cuerpo y violentarlo en cada ocasión oportuna, por reflejar mis inseguridades en el otro.

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