Vale la pena el antes y el después,
para quien como yo,
solo avanza por alcanzar el momento.
Y es que no existe
logro mayor que el encuentro.
La coincidencia en el trayecto,
el tropiezo imprevisto,
la aproximación impensada
con quien se fusiona el alma
incorporando cada gama
del aura que consuma la obra.
Es la porción de tiempo indefinido,
que se mezcla con el vació,
el silencio y la gloria.
Es la ausencia de lugar e historia,
la desaparición del efecto erosivo
que hasta ese instante
nos descalabra con motivos
para continuar buscando
lo que el olvido ha encubierto.
Y si valdrá la pena el tropiezo constante,
las caÃdas prominentes
y el paso desconcertante,
que cuando esto sucede,
el consumo del hecho
de dicho encuentro,
se convierte en razón y objeto
para solemnizar a la vida.
¡Sà que vale la pena
el declive y la subida!
Tan solo por él,
por el segundo perenne,
al encontrarte mi vida... .
¿Vale la pena toda una vida de horizontes rotos sólo por disfrutar un segundo la belleza del amancer más deseado?. ¿Qué sucede acto seguido cuando, de las propias brumas del alba, se oscurece el dÃa?.
Un segundo de su néctar me embriagó de por vida, pero la realidad más ardiente trae cenizas de incendios antiguos, brasas de incendios del hoy y anuncian llamas que se alimenten de las ilusiones de los ahora para anularlas y consumirlas en un pira inmensa de imposibles.
Qué poco dura el segundo en que ese nectar embriagó el ánimo, y que difÃcil alimentar el siempre de aquella gota que no duró apenas un instante.
Pero aunque me pueda el desánimo de la fugacidad, ahora, me recreo intensamente con tus letras en un carpe diem lÃrico que me empape el alma... gracias, amiga
UN BESAZO
Amelia