Ella, tendida en el suelo, envejecida por el paso del tiempo, expulsó su último alito, dejando allí a quien le habia amado y acompañado gran parte de su vida. Aunque lo iba viendo día a día se e hacía dificil hacerme a la idea de que la estaba perdiendo, que su corazón y su cuaerpo se separaban de mi sin yo poder hacer nada para evitarlo.
Se que pude arrastrarla a una etrenidad conmigo sumiendola en un sin fin de hambre y sed...sed de sangre.
Hace de esto ya 54 años y los recuerdo como si fueran los primeros de mi vida, de hecho lo fueron, pero no de mi vida mortal, sino inmortal...
iba a ser un día cualquiera, me encontraba a las orillas del rio Rin y alli aparecio ella, como un espejismo sonambulante que se desvanece en las sombras de la noche, risueña, alegre y quizás con demasiadas ganas de vivir, eso pensé en aquel momento, fueron sus labios colmados de carmín y su largo cuello descubierto los que llamaron la atención de ojos.