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Cuídame En Silencio


Detenidamente miré su rostro de niño, de ángel, ese rostro que cada noche está presente en mis sueños. De pronto de su mano me invitó a caminar por aquel hermoso y perfecto prado, donde tantas veces habíamos contemplado la Luna la cual cada noche se asomaba para ser testigo de nuestro bello amor.
Caminé de su mano completamente feliz, nada me hacía falta en ese momento, solo necesitaba saber que él estaba a mi lado.
Me detuve para sonreírle, para abrazarle como siempre lo hacía, porque no quería, no podía perderme ni un segundo sin disfrutar de su bella compañía. Un día quise confesarle a la Luna lo enamorada que estaba de ese Sol tan hermoso que caminaba de mi mano cada día. Y ella se alegró tanto como yo, ellos ya eran amigos de antes y Luna sabía perfectamente como sufrió en el pasado. Fue pasando el tiempo y yo seguía o más bien, seguíamos igual de felices como los primeros días. Era la Estrella más feliz y enamorada del planeta. Un día sin pensarlo, llegó el frío invierno, y mi Sol no me dejaba sola en ningún momento. Pero en una noche la tormenta me alejó del prado llevándome a un lugar completamente desconosido para mí.
Grité tantas veces, pero ni la Luna ni mi bello Sol oyeron mis lamentos. Horas más tardes ya pudiendo regresar, me di cuenta que el hermoso prado ya no existía, y la Luna sonriente y celosa, abrazaba a mi Sol, que ya no brillaba. Al verme llegar, se tomaron de la mano y se marcharon. Sumida en mi tristeza, pasé meces agonizando por su ausencia, extrañando sus abrazos, el amor de mi amado Sol quien era el único capaz de iluminar mi vida. Ahora que ya ha pasado el tiempo, mi Sol ha regresado. Pero su mirada, sus abrazos, su amor ya no es el mismo. Aunque cada día intentamos volver a construir el prado, y la Luna fría y distante, solo nos mira de lejos.


Babi08 de noviembre de 2016

1 Comentarios

  • Babi

    muchas gracias lusi, no sabes lo grato que es leer tus comentarios
    Un abrazo

    18/11/16 10:11

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