Lluvia siempre lluvia. Gotas de metal que se cuelan entre mis zapatos de marfil. Reflejan la luz de las farolas en el frío. Son gotas, pero estas no se rompen contra el suelo. Se dedican a rebotar contra
él emanando sonidos desperezados.
Sonido que engendra el suelo, y me hace olvidar la tormenta y el frío. Los relámpagos y los rayos. Los truenos y los miedos. El negro ahora tiene otro color. El vacío es una silueta que embellece mis ojos con su curvatura praxiteliana.
Ella siempre ella. Una prostituta con ropa de bailarina. Ella danza ballet al ritmo de esas gotas de metal. Son inmortales, se resisten a perderse en los ríos urbanos. Ella baila, las gotas endurecidas
cantan. Y yo observo.
La bailarina me mira, y empieza a pensar entre delicadas piruetas algodonadas.
"El observador, silencioso que porta un paraguas. Hipnotizado por el poder de esta bailarina se aferra al suelo. Pero su alma se eleva en dirección contraria al agua y siente en su fuero interno un caos demasiado perfecto que le impide querer regresar. Se eleva, se eleva.
Ha entrado ya, en los dominios de su asesina. Está a los pies de su fortaleza. Y ella se mantiene erguida. Es la cómplice de los sueños y las pesadillas. Es la creadora de las despedidas.
Ella profana los silencios con canciones a golpe de piano, a fragancia de rosa". Yo agotado me descubro ante ella.
- Acaba conmigo. El éxtasis es irresistible, casi demoníaco. Toca la última melodía y acaba conmigo. Necesito ese orgasmo en mis labios. Ese frenesí latente debe eclosionar y aplastar mis alegrías para unirse contigo en las sombras. Acaba conmigo.
que buen texto, sensacional a cada palabra que mezclas para crear un bucle de sentimientos cargados y emotivos...Un saludo a favoritos va, te invito a leer mis textos. Que bello es escribir...