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Los Acordes Del Silencio. Prefacio.









Prefacio





















La oscuridad envolvía aquel escenario, el silencio moraba las calles y como un perro furioso gruñía invitando al mundo a huir de la más basta realidad a la profundidad de unos sueños, a veces olvidados, a veces enterrados como tesoros bajo llave, o incluso a veces prisioneros cumpliendo condena al desafiar las leyes de un mundo racional.
Se trataba de un estadio en el que las más sublimes alas nos guían a todos y cada uno de nosotros, las alas del corazón. Indomables pero eternas nos regalan una salida que a veces nos salva, nos da un respiro o simplemente nos hace sentir especiales, mágicos y supervivientes a las estocadas de esa temida compañera que nos convierte en marionetas. La realidad, que en la noche parece huir y es cuando aquellas fantasías la disuelven ante nuestros propios ojos.

Las calles ancianas y pobres de aquel pueblo se mezclaban con los caminos y senderos del campo, la naturaleza se respiraba en cualquier rincón. Aunque las calles estaban desiertas el frío las recorría casi congelando aquel instante, pues se trataba de una noche diferente, una noche en la que se olvidaría el miedo, en la que se tendría miedo al olvido. Una noche que mancharía el destino con largos días iluminados por la oscuridad de la soledad.
No eran más de las dos de la madrugada y él estaba esperando una noche más. Una gabardina negra lo mezclaba con las sombras, y aunque había una gran fuente gótica iluminando el centro de la plaza, se situaba en el mismo lugar cada noche. Bajo un árbol que marcaba el límite de aquella plaza con los dominios del bosque.
A pesar de que la impaciencia no le dejaba estar en una calma completa, la esperanza de verla regresar le hacía permanecer aun sabiendo el peligro que ambos corrían. Aunque aquel chico continuaba envuelto en el sinsentido propio de las quimeras, ya que apenas había llegado a aquella ciudad, todo transcurría con elevada perfección. La impredecible pero mágica sucesión de momentos era la llama que les mantenía juntos, cada noche, a escondidas.
Solían esperar a que la población quedase arropada por los sueños para poder vivir su propio sueño. Estar juntos.
Ella solía retrasarse pues la severa opresión de su madre Aonia, conocida en toda la zona como la más temible hechicera, la mantenía en una situación de peligro constante.
Al fin la niebla, cómplice de aquellos jóvenes, dejó ver una silueta adentrándose en aquella plaza y el eco de sus pasos lo despertó de sus más profundos temores invitándolo a contemplar la llegada de aquella doncella. La blanca túnica de la joven parecía acariciar la niebla que se rompía en delicadas olas. Su suave forma de andar pero a la vez decidida liberaba su rostro del negro cabello y dejaba a la vista aquellos azules ojos.
Más cerca, sus miradas chocaron casi deteniendo las leyes de la naturaleza y proclamándose los reyes de aquella plaza.

- Al fin traes la noche.- afirmó él, con un susurro casi mudo.
- La noche ya hace tiempo que se adueñó de este hemisferio, de esta ciudad, de esta plaza... ¿no notas la ausencia de luz?- respondió extrañada, y dando los últimos pasos que los separaban.
- La noche no había llegado hasta ahora, esta oscuridad impostora tan sólo fue una ilusión, la noche trae los mágicos regalos que roba al ocaso.- en sus últimas palabras, buscó con la mirada el cielo.
- ¿Mágicos regalos?-miró de un modo diferente el cielo, como si se tratase de algún misterio.
- La oscuridad, nos obliga a cerrar los ojos, a huir de su negra penumbra. Pero no todos nos decidimos a marchar, no todos dejamos que cierre nuestros ojos. Por el contrario, algunos nos dedicamos a esperar, a buscar el refugio en ella. A cada alma errante regala las lágrimas de la luna emocionada al ver que no aguarda sola la llegada del sol.
- ¿Hablas de estrellas?
- Hablo de la única luz que los supervivientes logran ver, esa luz insignificante, que podría no estar, pero que está. Esa luz que tan solo consigo ver en el reflejo de tu mirada, por eso de decir que eres mi Dádiva y es por lo que hasta que no llegas no siento el calor de las estrellas, de la noche.
- No dejes que la exageración te robe las palabras y dime ¿traes la antorcha? Debemos abandonar el pueblo cuanto antes.
- Sí, aquí está... ¿Conoces el lugar al que vamos?
- No, ya te dije que nunca salgo fuera del pueblo... mi madre está ocupada con sus conjuros y sus creencias, no tenemos tiempo de salir.

Ambos comenzaron el camino bordeando el árbol. Dádiva se adelantó sosteniendo la antorcha encendida a pesar de no saber hacia dónde se dirigían. Aquel delgado sendero se creaba a partir de dos filas de rosas rojas y paralelos a éstas frondosos árboles de un verde lóbrego y vivo a la vez.

- ¿Y tú mientras tanto? ¿te resignas a enterrarte en los libros, en las tardes agonizantes y en los acordes de piano que no son más que los gritos de auxilio que no te atreves a dar?- Preguntó a la joven.
- Me queda poco tiempo para ser mayor, para cerrar la puerta de aquella casa y no regresar jamás.-con la última palabra pronunciada, su mirada cayó al suelo y se paró en seco.
- Nos dejes que las palabras te frenen, no regales tu miedo al destino.- Respondió por encima de su hombro.

En ese momento se oyó un ruido metálico en la lejanía y el joven cogió la antorcha y se adelantó.
Aquel paisaje era un tranquilo barranco. Hermoso el rumor que la noche dejaba en cada huella, en cada gota. El baile de la aurora boreal hacía casi necesario mirar las alturas y divisar aquella corriente de tonalidades rojizas que se mezclaban con la negrura. Las estrellas se escondían tras el fino manto de nubes pero no lograban escapar a los ojos de aquellos jóvenes.
En medio de aquel espectáculo astral, Dádiva llamó con la mirada la atención de aquel joven, para susurrarle al oído algo:

- La luz nace de la oscuridad.-En ese momento la luna comenzó a desvanecerse junto a las estrellas, las corrientes lumínicas dejaron de irradiar. No quedaba nada.



















Bajollave09 de noviembre de 2010

3 Comentarios

  • Norah

    - La noche ya hace tiempo que se adueñó de este hemisferio, de esta ciudad, de esta plaza... ¿no notas la ausencia de luz?- en verdad deseo que te lean, tienes talento real.Beso.

    25/01/11 05:01

  • Bajollave

    Esto lo escribí hace ya algún tiempo... la verdad es que ya no me gusta mucho... no sé por qué lo subí. Gracias de todos modos, un beso.

    25/01/11 07:01

  • Agora

    pues a mi me encanta! gracias por publicarlo y dejarlo!
    bueno! mucho!
    "no regales tu miedo al destino"..."la luz nace de la oscuridad"...

    03/07/11 12:07

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