Soledad, de guantes grises,
de rumores intrépidos,
pierdo credibilidad.
Tic, tac, bong, bong,
los sonidos de la soledad.
¡Cuenta regresiva!
- ¿Qué rayos haces? - pregunta
el verdugo.
- Recorro las calles de concreto,
las trochas, las vías que conduzcan
a la soledad.
¡Los sonidos de la soledad!
Los faunos corren al castillo
abandonado,
escuchan el tic, tac, bong, bong.
Tic, tac, bong, bong,
¡tic, tac, bong, bong!
En su misteriosa lengua
preguntan ansiosamente qué es aquel sonido.
¿El crujir de los dientes, parpadeo de ojos?
Dadme la respuesta.
Tic, tac, bong, bong,
hasta desesperar:
inquietar los sentidos
que reaccionan a vibraciones,
ondas circulares.
Río y lloro.
¡Lloro!
Otra vez estoy solo,
y en oriente suena el gong
que llama al cruel emperador:
-Cualquier hombre que solo en
este mundo se encuentre, maldición
y corta vida cultivará.
¿Tiene sentido?
Al parecer debo alquilar
nuevas palabras,
pues se están agotando.
He ahí el motivo de mi soledad.
Tic, tac, bong, bong.