Anoche conversamos mientras la luna nos contemplaba.
Y tu estabas ahí, mientras me mirabas como si fuera la primera vez.
En ese momento te quería decir tantas cosas que apenas pude empezar. Qué ironía, cuando en mi mente tenía todo calculado al milímetro para no quedarme paralizada por miedos irracionales.
Pero me diste otra oportunidad cuando lanzaste aquella moneda al aire. Salió cara, o quizás cruz, qué más da. Fue una paupérrima excusa para empezar algo que ni siquiera sabía por donde empezar.
Volvimos a reencontramos, y pude comprobar que tenía algo olvidado cuando nos cruzamos en ese instante.
Y lo vi claro. Tarde. De noche. Y en medio del mar.
Te acercaste a mi, despacio, con algo entre las manos.
-Aquí lo tienes de nuevo, pero está vez cuídalo por favor.
Con absoluta expectación, deshice el lazo y un suspiro de esperanza salió de la manera más hermosa.
El mar es el dios que nos dio la vida y más tarde o más temprano, siempre acabamos por volver la mirada de añoranza a nuestro creador. El mar sin duda es infinito, como sin duda lo es nuestra memoria.
Un segundo encuentro en un mar de dudas inicial, que luego se tornó un mar azul con promesas de futuro ...
Qué mejor sitio que el mar para empezar de nuevo, da igual que el mar sea verdadero o imaginado ...
Tu texto sale del corazón, eso se nota.
Me ha gustado leerlo.
Un abrazo
El mar como leitmotiv, es un espléndido bálsamo, propicio para inspirarse en los infortunios, pesadumbre, dudas, alegrías.
Tus letras tienen grata musicalidad.
Un abrazo.